13 abr 2015

Alicia y Lewis Carroll

Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas
Lewis Carroll


Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía ni dibujos ni diálogos. “¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?”, se preguntaba Alicia.

Así comienza uno de los cuentos más famosos de la historia, tal vez aún en estos días todavía hay quien piensa que Alicia en el país de las maravillas es un simple cuento para niños. No tengo la certeza de que Charles Lutwidge Dogson, mejor conocido por su seudónimo Lewis Carroll, era totalmente consciente de lo que estaba escribiendo; si así fue, su genialidad raya en la locura, y mira por ahí ya le han colgado diferentes diagnósticos, y si no era consciente de lo que escribía, entonces  eso quiere decir que los locos son otros.

Antes que ser escritor, Lewis Carroll era matemático de profesión y fotógrafo por afición, a raíz de la fotografía fue que concibió la  belleza como un estado de gracia, en la fotografía encontraba el medio para recuperar la inocencia, era algo así como sanar el alma a partir de una imagen. Lo cual más adelante le traería muchos problemas.

Creo que todos podemos identificar este cuento, si no es precisamente por el libro, nos es familiar por las películas que se han hecho sobre la pequeña Alicia que en la vida real llevó el apellido Liddell. Los miembros de la  familia Liddell eran vecinos de Dodgson o Lewis Carroll como guste usted llamarlo, desde la ventana de su oficina veía a  Lorina, Alicia y Edith  jugar en el jardín, se hizo amigo de la familia y pasaban muchos momentos juntos, llevaba a las niñas al campo o de paseo por el río Támesis, fue en esos paseos en que comenzó a contar las historias que inventaba para ellas, Alicia era la preferida entre las tres hermanas, lo que la convirtió en la musa del escritor.

Fue  Alicia Liddell, que físicamente tal vez no tendría mucho que ver con la imagen de Alicia que tenemos en mente, quien recibió el primer ejemplar de esas historias que él mismo Carroll ilustró para ella, en la navidad de 1862. La publicación oficial del libro fue en 1865 y unos años más tarde vendría una oscura segunda parte con “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, ambas ilustradas por Sir John Tenniel.

Este cuento largo para algunos y novela corta para otros atrajo la atención no sólo de los niños, sino también de los adultos, psicólogos, matemáticos, la realeza, médicos, sociólogos, etcétera. No todos se preguntan precisamente ¿quién soñó a quién? Ya que el libro va más allá de representar sólo un sueño. Se han hecho profundos análisis con diferentes interpretaciones que van desde los sencillos detalles de una caricatura hasta los más torcidas y enfermas deducciones.

Los matemáticos pueden decir que esta historia sólo pudo ser escrita por una mente matemática, su marcada tendencia deductiva que parte de lo absurdo parece ser suficiente para darles la razón. Los números que ahí aparecen no son producto de la casualidad y existe una explicación para cada uno de ellos. También se asoman los conceptos de tiempo y espacio, se ha considerado incluso como una anticipación de la Teoría de la Relatividad de Einstein.


¡Crítica social! Parece que gritan los sociólogos, no era secreto que Dodgson  tenía problemas con las normas impuestas por la sociedad en la época Victoriana. En el cuento el escritor critica los comportamientos asumidos por costumbre y que nunca son cuestionados, como la hora del té por ejemplo, o la ansiedad exagerada por llegar tarde. La vida normal le parecía aburrida, el sueño era un viaje de libertad y aventuras.

Los psiquiatras y psicólogos son los que tienen más tela de donde cortar, casi tanta como los esotéricos. El síndrome de Alicia en el país de las maravillas se utiliza para describir la micropsia, un trastorno neurológico que afecta la percepción visual y la persona que la padece ve los objetos más pequeños de lo que en realidad son. La frase “loco como un sombrerero” se le adjudicó al cuento, pero en realidad viene de tiempo más atrás, cuando los sombrereros sufrían los efectos de la intoxicación por mercurio, un material con el trabajaban frecuentemente y que les producía temblores, agresividad, actitudes antisociales y cambios de humor, justo así como el Sombrerero Loco. La caída de Alicia por la madriguera del conejo, más que significar esa caída en el sueño en el sueño profundo,  es la representación misma de la entrada al inconsciente con la angustia de lo que eso representa.


La lista puede ser infinita, las interpretaciones también, todo ese conjunto de análisis, aunados a la numerología, la simbología masónica, la religión, las drogas y lo enferma o no de la relación de Lewis Carroll con la pequeña Alicia son parte del atractivo oscuro de Alicia en el país de las maravillas, sin embargo, yo creo que el cuento puede crecer y cambiar con cada persona, sin perder la inocencia con la que los niños lo pueden leer, para después pasar a la transformación que la edad o madurez de cada lector le puedan dar.

Alicia será lo que cada quien quiera que sea, es esa protagonista que no necesitó ser princesa, ni tener un príncipe para entrar en un sueño. No es un cuento de hadas, pero si es una enorme fantasía a través de la cual podemos cuestionar, aprender y razonar, sin necesidad de adquirir poderes sobrenaturales. Alicia tiene mucho que decir y nos lo irá diciendo conforme seamos capaces de leer entre líneas, y para eso es necesario leer la historia en diferentes etapas de nuestra vida. Tal vez por esta razón resultó ser el libro seleccionado para celebrar el Día del libro y del derecho de autor 2015; porque éste año, y el siguiente, y el siguiente son y serán buenos años para viajar al centro de nosotros mismos.
   




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