22 oct 2014

José Guadalupe Posada

La Muerte lo trajo a la vida


Pintor y caricaturista mexicano, nacido en Aguascalientes el 2 de Febrero de 1852, se hizo  muy  famoso  por  hacer  de  la  muerte  su  medio  de expresión, convirtiéndola  en  estampas  populares  de  tipo social.  Uno  de los  más representativos artistas gráficos de México.

Ingresó al mundo del periodismo desde muy joven y de la mano de Trinidad Pedroso, publicó sus primeras viñetas en el periódico El Jicote en 1871. Sus trabajos gráficos ilustraron las publicaciones de carácter nacionalista y popular de aquel entonces.

Aunque por lo general la información que se maneja sobre él lo pinta con una inclinación nacionalista y se dice que las sátiras de políticos le valieron la cárcel en más de una ocasión, hay una segunda versión sobre su inclinación política, ya que algunos de sus trabajos revelan su simpatía a Porfirio Díaz y llegan a justificar actos represivos de este régimen. "En ocasiones dibujó a Porfirio Díaz como un  héroe; a Madero como una calavera borrachina y a los zapatistas como asaltantes sanguinarios, así que para mantener una imagen de su compromiso con el pueblo esta parte de su historia se ha querido ocultar ".(1)


Diego Rivera llegó a citarlo como “El prototipo del artista del pueblo” pero a estas alturas ya no sabemos si en realidad se le puede considerar como precursor del movimiento nacionalista como lo son: José Clemente Orozco o el mismo Diego Rivera. Lo que está por demás demostrado es su profunda capacidad crítica y su brillante representación de la realidad social de esa época.

Otra sombra que acompaña a este artista gráfico es su inclinación al alcohol, los problemas con la bebida causaron grandes estragos en él. Asiduo visitante de las pulquerías en la Ciudad de México, sobre todo en temporada de frío. Protagonizaba largos maratones empinando el codo, cosa que jamás afectó su trabajo, porque nunca dejó de trabajar a pesar de esto, daba la impresión de que el alcohol era el combustible que hacía girar su motor creativo.

¿Su musa? Definitivamente La muerte, la vistió para darle vida, la convirtió en un verdadero personaje y la “inmortalizó” (digo, si esto es posible con La Muerte) en La Catrina o La Calavera Garbancera, que era su nombre original (Garbancera era el nombre que se les daba a las vendedoras de garbanza que a pesar de su origen indígena renegaban de su raza y se hacían pasar por europeas). El nombre de Catrina le sería otorgado por Diego Rivera  al incluirla en su  mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, en donde la coloca al lado de su creador, José Guadalupe Posada. El famoso grabado de La Catrina fue impreso por primera vez el 13 de enero de 1981, el inmueble y las impresas utilizadas fueron declarados Monumentos Históricos.


Años se han requerido para la recuperación y el rescate de su obra, de la que se estima existen más de 20 mil dibujos, realmente fue su muerte la que lo trajo a la vida, porque fue hasta veinte años después de morir que el pintor Jean Charlot reveló su influencia sobre los artistas de otras generaciones, incluidos Orozco y Rivera. Como dice el dicho “Nadie sabe para quién trabaja” y fue ese el caso de Posada, ya que en su momento su obra fue menospreciada, auspiciada por un mísero sueldo de 3.00 pesos al día. Debido a la gran cantidad de grabados sin firma  atribuidos a Posada las sospechas de que no se conserva ni un solo dibujo original comienza a tener sentido. Traspapelados o en la basura quedaron sus cartones políticos, el rescate de su obra ha sido toda una odisea.

La muerte sorprendió a Posada en una borrachera, en ese momento fue la única que supo quién era, porque murió sin un verdadero reconocimiento a su obra y tan pobre como había nacido el día 20 de enero de 1913. Sepultado por dos vecinos y un amigo en el Panteón de Dolores para algunos años después pasar a una fosa común. No hay epitafio para el epitafio mismo.



Su obra, por su forma, es toda la plástica; por su contenido, es toda la vida...
Diego Rivera

¿Cómo definir su técnica? Un mínimo de líneas y un máximo de expresión.
Octavio Paz











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