Día de Muertos
La necesidad de trascender llevó a los hombres a concebir un mundo mágico, los dioses fueron creados por el hombre, tal vez en parte por miedo y en parte como señal de esperanza. Con el fin de lograr una comunión entre el hombre y los dioses se llevaron a cabo rituales en donde se representa la escena que dio origen a determinados dioses. Estos ritos llegaron a ser una necesidad colectiva, una vía de comunicación y también una manera de control de los monarcas a la sociedad.
Mictlantecuhtli,
Dios de la Muerte
Amo y señor del inframundo,
rey del Mictlán (Lugar de los muertos), él y su esposa Mictecacihuatl habitan en
la casa sin ventanas por la que pasan todas las almas al morir el
cuerpo. Sólo podrán salir de ahí los
más meritorios, para llegar después a un lugar más agradable. Por eso es que en vida o
enfermedad debían estar bien con el “Señor de los muertos”.
Venerado con sangre, ya sea de prisioneros sacrificados o por auto sacrificios con los que se bañaba su preciosa y a la vez aterradora imagen. La sangre es considerada energía pura, lo que la haca ideal para dar fuerza a los pasos del difunto en el más allá. Durante los rituales funerarios se ponen con el difunto varias ofrendas como ropa, manta, comida, agua y un perro. El difunto viaja con estas ofrendas y al llegar a Mictlán las entrega a Mictlantecuhtli (Códice Florentino Tomo III : 43-44). Cuatro años después de la muerte los familiares se seguían haciendo ofrendas de alimentos, flores y copal. En el caso de los difuntos de alto rango se hacen sacrificios humanos para seguir pidiendo por su salida del mundo de los muertos. Todos los muertos pasan por el Mictlán, sin importar las causas de su muerte, ya sea de muerte natural (vejez o enfermedad), las muertes heroicas (en batalla o durante el parto), y las muertes no-heroicas.
Venerado con sangre, ya sea de prisioneros sacrificados o por auto sacrificios con los que se bañaba su preciosa y a la vez aterradora imagen. La sangre es considerada energía pura, lo que la haca ideal para dar fuerza a los pasos del difunto en el más allá. Durante los rituales funerarios se ponen con el difunto varias ofrendas como ropa, manta, comida, agua y un perro. El difunto viaja con estas ofrendas y al llegar a Mictlán las entrega a Mictlantecuhtli (Códice Florentino Tomo III : 43-44). Cuatro años después de la muerte los familiares se seguían haciendo ofrendas de alimentos, flores y copal. En el caso de los difuntos de alto rango se hacen sacrificios humanos para seguir pidiendo por su salida del mundo de los muertos. Todos los muertos pasan por el Mictlán, sin importar las causas de su muerte, ya sea de muerte natural (vejez o enfermedad), las muertes heroicas (en batalla o durante el parto), y las muertes no-heroicas.
Foto: Roberto Armocida
En el Templo Mayor junto a
la casa de los Guerreros Águila se encontró la figura de Mictlantecuhtli,
una de las piezas que muestra perfectamente el arte mexica. En ella se puede
ver al Señor de los muertos descarnado, con una cabeza prominente, sin la
presencia de labios, con las uñas largas y las orejas crecidas (el cabello, las
uñas y las orejas siguen creciendo después de la muerte), por lo que es
inconfundible la presencia de la muerte. Debajo del tórax se aprecia un órgano
que en un principio se pensó sería el corazón, pero con la ayuda de los
análisis de los códices se concluyó que se trataba del hígado. En los orificios
que se muestran en el cráneo se cree que anudaban largos cabellos. En esta como
en otra estatua de Mictlantecuhtli descubiertas en la Casa de las Águilas se encontró que tenían sobre los hombros una
capa de una sustancia color marrón con alto nivel de albúmina, que desde luego
se identifica como sangre humana, lo que
viene a corroborar las descripciones en los códices.
Urna
funeraria
Xiuhtecuhtli el dios del
fuego, señor del año y de Tezcatlipoca era quien patrocinaba el impulso viril
de los hombres, su imagen estaba grabada en la Urna funeraria encontrada en el
templo de Huitzilopochtli en la zona arqueológica del Templo Mayor y aunque se
han encontrado otras urnas con otros dioses grabados en ellas, es el dios del
fuego el que le puede dar más significado a la cremación de los restos de los
grandes guerreros o sacerdotes.
Foto: México Desconocido
Xiuhtecuhtli también se
encontra en el inframundo, su presencia en el Mictlán se evidencia por sus
denominaciones en el ámbito del cosmos, como Chicnauhyotecuhtli “señor del
conjunto de nueve” que hace referencia a los niveles del inframundo. El dios
del fuego baja al inframundo a propiciar la renovación y la fecundación de la
naturaleza. Las almas son quemadas en el Mictlán, por eso el quinto sol
acostumbra cremar los cuerpos de los difuntos y guardar las cenizas para que
Mictlantecuhtli les permitiera resucitar. El dios del fuego ejerce su calidad
vivificadora desde el ámbito de la muerte para regenerar el mundo por la acción
transformadora del fuego; tanto el fuego como el perro pueden ser considerados
como mediadores entre la vida y la muerte.
La presencia de cenizas en
la urna funeraria permite asociar la pieza con el ceremonial que los aztecas
llevaban a cabo para mantener vivo el espíritu o la esencia de los personajes
de alto rango.
Sacerdote
de la Muerte
El sacrificio más común
consiste en arrancar el corazón a la víctima, ofreciéndolo enseguida a un dios. Para ello se requiere la presencia de cinco sacerdotes, cuatro sujetan al
sacrificado colocándole sobre una piedra (Techcatl) y un quinto Sacerdote
ejecuta la operación con un cuchillo de pedernal, con el que le da un golpe
en el pecho para arrancarle el corazón, mismo que después se ofrecía a los
dioses.
Estos sacerdotes también
fueron inmortalizados en piedra y barro, sus atuendos los distinguen de
cualquier otro personaje. El tocado y el rosetón de la muerte nos permiten
asociarlo con el culto y los ceremoniales dedicados a la muerte.
Foto: México Desconocido
Xólotl
(El perro)
En varias culturas, no sólo
en las mesoamericanas se relaciona a los perros con la muerte, los perros
hacen de guía en el mundo de los muertos para ayudar a su amo a llegar al otro
lado.
En el caso de los mexicas, Xólotl
representa al Señor de la Estrella de la Tarde del Inframundo, también es el Dios del Relámpago y el Dios del Juego de
Pelota, pero su papel más importante es ser el guía de los muertos en su viaje al Mictlán.
Se describe a Xólotl, como el perro bermejo con un hilo de algodón atado al cuello. Sobre él los muertos pueden cruzar el río Chiconahuapan o Nueve
Ríos, para llegar a Chiconaumictlan, el lugar de los muertos. Su cuerpo se representa como un esqueleto humano con
cabeza de perro. A veces, se le ve con las orejas desiguales.
Cuando alguien moría los
familiares le sacrificaban un perro para que acompañara sus restos mortales en
su difícil viaje de cuatro años hasta llegar al río sagrado. Si no contaban con
el cadáver porque la persona fuese un guerrero que hubiera muerto en batalla,
se hacía un bulto mortuorio sin el cuerpo y se le agregaba la imagen del perro
divino.
Xólotl es el amo de la
transformación, experto en huir a la muerte, durante la creación del Quinto Sol
al que pertenece la humanidad actual, los dioses decidieron sacrificarse para
darle movimiento al Sol, Xólotl, acobardado ante su auto sacrificio, se
escondió para no morir. Se refugió en un maizal para convertirse en un elote
doble. Se escondió en un magueyal tomando la forma de una doble penca de maguey, mexólotl. Cuando lo encontraron
volvió a huir, en esta ocasión dentro del agua para convertirse en Axólotl, el
ajolote. Finalmente los dioses lo atraparon y le dieron muerte.
Este dios puede tomar la
forma de objetos, plantas y animales,
acompañante al inframundo y gemelo de una divinidad. Es la representación mítica de
la dualidad, prestó su nombre para designar al maravilloso Xoloitzcuintle.
Techcatl
(Piedra de los sacrificios)
Durante las Guerras Floridas
se hicieron muchos sacrificios en donde los prisioneros eran los protagonistas.
En los ritos que se celebraban al inicio de cada mes del calendario ritual o
Tanalámatl, había muchas variantes pero la esencia era la misma: morir para
nacer; morir para satisfacer a los dioses.
Foto: Haupt & Binder
Piedra de los los
sacrificios o Techcatl, palabra náhuatl que significa "penitencia",
"dolor" y "daño". Era el vértice en donde se coloca a la
víctima sostenida de pies y manos, con el tórax proyectado hacía arriba por la
presión de la punta de la piedra sobre la espalda, lo que facilitaba al Gran
Sacerdote la tarea de extraer el corazón. Según los arqueólogos e historiadores
los inmolados eran esclavos o “imágenes” de la personificación de los dioses
que hacían la vez de sus representantes. El corazón es el símbolo del alma y
por lo tanto lo más preciado que podía obsequiarse a los dioses.
Después del sacrificio se
realizaba un tratamiento post mortem que consiste principalmente en “limpiar”
los huesos para colocarlos en el Tzompantli o para hacer máscaras, más tarde sepultarían los restos.
Foto: INAH Cuauhxicalli
Otros objetos que acompañan
a esta piedra son: el cuchillo de pedernal y empuñadura de madera, un
recipiente para ofrendar los corazones llamado Cuauhxicalli. Cuauhxicalli o "Jícara de las
águilas", en ellas la divinidad bebía la sangre de los sacrificados en su
honor. También hay braseros en donde el fuego siempre esta presente y
tambores, ya que la música es parte importante del ritual. Con todos estos
objetos, y otros tantos más, se revestía de gran importancia el hecho de que a la vida siguiera la muerte como parte de un ciclo constante, al igual que en las
cosechas. El concepto de dualidad, tan importante en el mundo prehispánico,
proviene de esa realidad presente en la naturaleza, por lo que se dice que no
es un culto a la muerte sino un culto a la vida a través de la muerte.
Cuchillo de pedernal
Foto: Haupt & Binder
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