Compartiendo el pan
i
hay algo que representa la vida familiar, es precisamente la hora de la comida,
el momento de compartir y disfrutar los alimentos y que mejor si vienen
aderezados con algunas notas de dulzura.
Para
muchos de nosotros las comidas en familia son lo que más añoramos del hogar o
de nuestra infancia, las costumbres pueden cambiar mucho de una casa a otra
pero la actriz principal es la misma. Si
tuviste la suerte de tener una mamá con grandes dotes culinarias como la
mía siéntete bendecido, aunque a esta hora
tu esposa no pueda superar el que “Mi mamá hace los chilaquiles mejor que
nadie”, o “para frijoles no hay como los mi mamá”, “¿no habrá manera de vayas a
enseñarte a cocinar con mi mamá?” Tu matrimonio podrá estar arruinado, pero los
chilaquiles siempre estarán ahí para ti, mientras tu mamá viva.
Si
tu madre no fue precisamente diestra en la cocina, cuanto lo siento, pero
seguramente lo que antes fue una tortura hoy puede ser parte de lo más
divertido de tu vida. No es tan malo pasar del crudo al quemado, del aguado al
apelmazado; de que el pastel de tu fiesta jamás tuvo una forma regular, de que
en la escuela nadie te quería cambiar el "lunch" de eso puedes reírte hoy todo lo
que quieras además la comida de tu esposa será la cosa más deliciosa… a menos que
de plano tengas muy mala suerte en este rubro.
Las
comidas en casa por lo general venían en dos presentaciones: solos o con visitas, si las comidas eran solos pues
mamá podía hacer gala de todos sus correctivos en la mesa, podía forzarte a
comer o a dejar de comer, sus métodos audiovisuales jamás quedarán en el
olvido, ¿cómo olvidar a Doña Calambrina? la majestuosa cuchara pozolera de
madera de pino a quien mi mamá invitaba a la mesa por si acaso salía alguien
que no quisiera comer, jamás en la vida Doña Calambrina posó sus rígidas
maderas sobre mi amado trasero, pero el que existiera la posibilidad era más
que suficiente para hacerme pasar las odiosas calabazas.
Si
las comidas eran con visitas, pues olvídate, Doña Calambrina estaba donde tenía
que estar, en la olla del pozole a sirve y sirve.
¡Siéntate
bien!
¡Quiero
ver ese plato limpio!
¿Y
el tenedor esta de adorno o qué?
¡Comes
como animalito!
¡¿O
te lo comes o te lo pongo de sombrero?!
¡Te
lo voy a dar con la lavativa!
¿O
te lo comes o te lo comes?
¡Es
pecado desperdiciar la comida!
¡Hay
muchos niños que no tienen nada que comer!
¡Comes
como pelón de hospicio!
¡No
hables con la boca llena!
¡Si
comes muchas calabazas se te van a poner los ojos verdes!
¡Ay
pero si parece que te tenían amarrado!
¡Se
comen lo que hay que aquí no es restaurante!
¡Está
doradito nada más!
¡No
te levantas hasta que termines!
¡No
lo hice para tirarlo a la basura!
¡Baja
las patas de la mesa!
¡No
te lo tragues, total, el que se va a quedar chaparro eres tú!
Prediciendo
el futuro
¿Qué
tan buena será tu madre que te advierte del peligro? Nadie como las madres para
predecir el futuro y para iluminar tu camino. Algunos las han catalogado como
amenazas pero que equivocados están, ¿una madre amenazar? ¡Nunca en la vida!
¿Qué sea capaz de regodearse de lo atinado de sus advertencias? ¡No!... ¿O sí?
“No
me odies por tener la razón siempre” sino lo dijo alguna vez, ten por seguro
que lo pensó, siempre dolió más el “Te lo dije” que el trancazo que te
acomodaste, si hasta parecía que “te echaba la sal”. Maldita la hora en que
decía “Te vas a caer”, porque si a la primera no pasaba, si se mostraba
misericordiosa, su misericordia no pasaba de la tercera repetición y ¡zaz! Te
caías; y ¿qué venía detrás de eso? Pues el “te lo dije” y si su cinismo estaba
en su apogeo podías hasta ver un dejo de sonrisa, la carita de lado y un ligero
levantamiento de hombros… ¡Ay, pero si hasta parece que la estoy viendo!
Para
acabarla de amolar sus predicciones no solo quedaban en tu integridad física,
se extendían a cualquier riesgo que pudieras correr: lo vas a perder, se te va
a romper, lo vas a manchar, no vas a poder… ¿Por qué nadie tuvo a bien hablarle
de la Programación Neurolingüística? pues seguramente porque no se había
inventado, o porque esas cosas son puras tarugadas que no sirven para nada.
¡Te
lo dije!
¡Te
vas a caer!
¿Quiubo?
¡Síguele
y verás!
¡Ah
pero no me crees!
¡Ya
volverás!
¡Se
te va a ofrecer!
¡Ahora
reza para que esa pintura salga!
¡Pero
has de volver!
¡Ya
te dará hambre!
¡Si
te caes mejor te matas, porque no voy a andar jalando carrito con niña tullida!
¡Rómpete
la madre, nada más no vengas chillando!
¡Ya
te andaba!
¡Ahora
te aguantas!
¡Vete
a chillar a otro lado que estoy viendo mi novela!
Haciéndote
entender
No
importa cuántas veces te lo tenga que decir, siempre su intención será ayudarte
a entender, nadaras en el mar de su paciencia hasta que la razón entre en ti. Si
alguna vez el sarcasmo fue una ciencia oculta para ti, después de pasar por la
incisiva, certera, ácida y descarada lengua de tu desesperada progenitora no
tendrás más dudas sobre sus múltiples aplicaciones. Si alguna vez te
enterneciste con un “ay m’ijiito” a estas alturas ya debes de saber que de
ternura no tenía nada.
Si
te mandan con todos los esfuerzos a la escuela para tengas lo que ellas no
tuvieron, ¿cómo carambas piensas que te pueden ayudar con algo que no
entiendes? Si es tu mamá, no es Dios. Y si está en capacidad de explicarte,
pues seguramente ya sabes que el precio fue muy alto.
¿Quieres
experimentar la adquisición del conocimiento empírico? Procura no hacerlo a los
ojos de tu madre, que siempre tendrá un
método comprobado para que no pierdas el tiempo intentándolo tú.
¿Pues
en qué idioma te lo tengo que decir?
¡Les
entra por un oído y les sale por el otro!
¡Bueno,
¿tu estas tonto o qué te pasa?!
¡Parece
que le estoy hablando a la pared!
¡Que
no!
¿Qué
te dije que hicieras?
¡Si
le hubieras hecho como te dije no estarías batallando!
Si
la maestra no se lo sabe, ¿cómo quieres que me lo sepa yo? ¡No lo sé todo!
¿Ahora
si ya me vas a hacer caso?
¡Ay
yo no sé a quién saliste en lo bruto!
¿De
plano te lo tengo que explicar con naranjas?
¡Cuando
ya sepas multiplicar vuelves y me preguntas!
¿Pues
luego a qué vas a la escuela?
¡Ay
no sé, ve pregúntale a tu padre que no está haciendo nada!
¿Pues
cómo les enseñan ahora?
¿Hablo
en chino?
¡Siempre
es lo mismo contigo!
¿Eres
o te haces?
¡Ahhh
pero que obediente!
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