22 mar 2016

El último amanecer


Desde la cama te miro de pie junto a la venta a contra luz, sé que afuera, un poco más allá de ti, hay un mar llenándose de sol. Palmeras que se mecen, casas blancas que van descendiendo hasta la playa presumiendo bugambilias de colores. Tu mirada está perdida en ese glorioso despuntar del día, las irreverentes gaviotas se atraviesan en él dejando ecos de graznidos al vuelo.

El mundo se colapsa mañana, no me importa perder el amanecer. Me quedo en la cama sintiendo  el viento que hace volar las cortinas junto a ti. Me quedo aquí con la esperanza de que regreses  al espacio de sábanas revueltas antes de que pierdan la tibieza que has dejado en ellas.

El perfil de tu silueta se interpone en mi campo de visión. El mundo se colapsa mañana y no habrá otro  amanecer. Cambié el mar infinito por el paisaje de tu cuerpo desnudo, por viajar con la mirada embelesada entre todos esos pequeños y suaves rizos que cubren tu piel.

Puedo ver el cigarro ir y venir a tu boca, el humo que emana nubla el sol que arborece y llena la habitación de olor a tabaco en combustión. Ayer te hubiera odiado por eso. Hoy quiero hacer eterno este momento.

Me miras y sonríes, vuelves a llevar el maldito cigarro a  tu boca. Regresas la mirada a la inmensidad que está detrás de la cortina, más allá de mí. Tu imagen me tiene atrapada, el mundo se colapsa mañana y yo bendigo el haber perdido su último  amanecer.


Patricia Bañuelos






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