Humor
irreverente
con tintes alienígenas
Han pasado más de treinta años desde
que el primer Depredador visitó nuestro planeta. Fue allá por el año 1987 cuando
le tocó batirse ni más ni menos que con Arnold Schwarzenegger, Mayor de la
Fuerza Delta a la cabeza de un grupo de “hombrezotes” que no tenían tiempo ni
de sangrar. Desde entonces estos alienígenas con aires jamaiquinos se han
enfrentado con los más machos de la milicia terrestre, en donde, aunque usted siga sin dar crédito, se cuentan entre ellos a Danny Glover y Adrien Brody, quien también tuvo la oportunidad
de enfrentarse con ellos a narizazos. Las batallas épicas por el dominio de las fuerzas
extraterrestres las vimos en Alien vs. Predator
(2004 y 2007), sin embargo, estas dos películas se incluyeron en la Saga de
Alien, por lo que en el 2018 damos la
bienvenida a la cuarta entrega llamada: The
Pretator (El Depredador).
De
la mano del director Shane Black (The
Nice Guys, Iron Man 3) y los guionistas Black y Fred Dekker, regresan a la
Tierra Depredadores más inteligentes, más fuertes, vitaminados y con perros de
defensa, para adueñarse de nuestro planeta; por fortuna contamos con un grupo
de soldados mentalmente desequilibrados, con trastornos aptos para combatirlos,
desde estrés postraumático, síndrome de Tourette
y colillas de cigarros como armas de destrucción masiva.
En
esta ocasión el protagónico es para el nuevo macho alfa lomo plateado Boyd
Holbrook (Narcos, Logan) como Quinn McKenna, comandante de las Fuerzas
Especiales, quien descubre una nave de los alienígenas y se guarda para sí, un
casco y un brazalete que por accidente quedan en manos de su hijo Rory,
interpretado por Jacob Tremblay (Room).
El rol femenino es para Olivia Munn como Casey Bracket, una bióloga
especializada en vida extraterrestre, que quién sabe de dónde sacó
entrenamiento militar, seguro de su participación en X-Men: Apocalipsis. El equipo de “psico-badasses” lo conforman: Trevante
Nemour Rhodes, Keegan-Michael
Key, Thomas Jane, Alfie Allen y Augusto Aguilera.
Si
acaso usted ha notado un tono cínico en esta nota, bueno, pues me ha
descubierto. Su servidora bien pudo seguir con su vida como si nada, después de
ver a Schwarzenegger capeado en lodo para derrotar a los extraterrestres de las
rastras, pero parece que el público pide más. A todas las películas de la saga
les ha ido muy bien en la taquilla, así que debo asumir que la legión de fans
con la que cuenta, es capaz de ver algo bueno en todo esto. Supongo que me
faltan altas dosis de testosterona para asimilarlo.
Sin
más preámbulo le diré que la película es entretenida, tiene buen ritmo y pasa
sin sentirse eterna, como sucede con Transformers.
No espere ver grandes actuaciones, ni siquiera en su actor más destacado que a
mi gusto resulta ser Jacob Tremblay; no obstante, esto no tiene mucha
importancia, la verdad es que nunca la ha tenido. En el caso de esta cinta lo
importante es el humor que funciona como tegumento entre la gran cantidad de
imágenes creadas por computadora (CGI), las escenas de acción y la música.
Aunque no es un humor muy elegante que digamos, la locura de los miembros de
este escuadrón tan heterogéneo consigue arrancar carcajadas hasta a los más escépticos
(como yo). No hay un momento dramático en la hora veinte minutos que dura la
película, cuando parece que todo enfila para allá, salen con su batea de babas y
no nos queda más remedio que reír.
En
tiempos de corrección política, el humor irreverente ha salvado a muchas
películas del desastre. No puedo asegurar que ese es el caso de The Predator, porque tal vez hay por
aquí algún factor muy de hombres machos masculinos que no puedo ver, pero lo
cierto es que desde el punto de vista de una fémina con pretensiones
intelectuales, hace falta tener muy arraigado el feminismo para no caer presa
de los chistes de esta bola de locos, que además son muy malos para actuar.
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