Monstruosa poesía visual
Año 1962. Una criatura anfibia (Doug Jones) ha
sido capturada por el Coronel Richard
Strickland (Michael Shannon) en el río Amazonas y está cautiva en un
laboratorio del gobierno de EEUU en la era de la “Carrera Espacial”. Elisa (Sally
Hawkins), una chica muda que trabaja como afanadora en el laboratorio, se siente
identificada con la criatura y comienza a entablar con ella una extraña
relación.
Parece
que Guillermo del Toro regresa al trono, que hace ya muchos años, le concedió El
laberinto del fauno. Más allá de la simpatía y admiración que siento
por mi paisano, debo reconocer que me encanta su trabajo, así que tal vez mi
crítica no sea todo lo objetiva que debiera, pero si me mantuve a su lado con Pacific
Rim y Crimson Peak, creo que tengo bien merecido mi lugar en primera
fila para admirarlo lamiéndose los bigotes.
Después
de tantas opiniones desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de
Venecia, en donde se llevó el León de Oro, poco puedo agregar a lo que se ha
dicho sobre la cinta. Por palabras propias de “El Gordo”, sabemos que esto es
un cuento de hadas, pero no vaya a usted a pensar que esto se trata de La
Bella y la Bestia tal cual y corra a llevar a sus niños a verla. Este
es una historia de amor entre dos criaturas del abismo, que está tan lejos del
puritanismo como de las perversiones, es la cinta (que recuerde) más sexual de
Guillermo del Toro hasta ahora.
El
conseguir que esta historia de amor no nos cause repulsión, es el primer logro
del director tapatío. Aquí no hay una hermosa chica y una bestia que se
transforma en un apuesto príncipe, aquí hay un Monstruo de la Laguna Negra
viviendo un romance con una poco agraciada y solitaria mujer que incluye en su rutina diaria huevos
cocidos y masturbación.
Al
inicio de la cinta el narrador (Richard
Jenkins) nos habla de un cuento en donde existe una princesa sin voz y un
monstruo que intentó destruirlo todo. Sin embargo, esta historia requiere de
más de dos personajes para tomar sentido. Todos y cada uno de los involucrados
están muy bien desarrollados, tanto que por momentos parece que se excedió con
sus historias personales, lo que posiblemente le restó un poco del tiempo al
dedicado a exponer como nace el romance
entre sus protagonistas. Peccata minuta.
Así
que tenemos un Michael Shannon como el villano de la historia (lo amo desde
Nocturnal Animals), con sus complejos, frustraciones
y una aparente familia perfecta a la que detesta. Con Octavia Spencer tengo la
sensación de que siempre interpreta al mismo personaje, por fortuna esta vez no
se puso melodramática, mantiene su lado maternal y nos otorga una empleada y ama de casa muy
simpática. Richard Jenkins hace del vecino gay de avanzada edad de Elisa, con
ella comparte sus conquistas fallidas, los rezagos de su alcoholismo y la
frustración de su talento mal apreciado. Por último está Michael Stuhlbarg, un
científico-espía ruso de buen corazón.
Todos
y cada uno de estos personajes carecen de la característica de ser fortuitos,
es decir, cada uno de ellos representa un tema crucial en la historia, y su
desarrollo es otro acierto de Guillermo del Toro y de la coguionista Vanessa
Taylor (Divergent). Súmele a esta lista dos personajes más si agregamos el
momento histórico y la música. “El Gordo” no puede evitar ser ligeramente “chairo”, con su momento histórico
señala lo que representaba EEUU en esa época, que si lo piensa tantito, no
dista mucho de lo que es ahora. Enfoca la maldad a un enemigo externo, en este
caso Rusia, hace hincapié en la discriminación en todas sus formas: por
apariencia, color, sexo, orientación sexual y hasta por posición social o
laboral. Lo cual se le aplaude como una crítica social actual de toque sutil y
con mucha gracia.
No
tengo todos los detalles técnicos para hablar del monstruo protagonista, pero
si en algo es bueno Del Toro es en la creación de estos personajes fantásticos,
y lo hace de una manera, digamos artesanal. Los crea sobre sus actores, en este
caso Doug Jones (Abe Sapien en Hellboy). Más que recurrir a las
imágenes por computadora o a los escenarios y personajes virtuales, se apoya en
su equipo de maquillistas y diseñadores, aunando a este mérito la paciencia de
sus actores para aguantar por horas la caracterización. Lo que da como
resultado monstruos muy humanos, reales vaya.
La
música en la película viene junto con un homenaje al cine. Si esto fue por
congraciarse con la crítica no lo sé, pero yo prefiero pensar que refleja el
gusto personal de Guillermo. La banda sonora de Alexandre Desplat (The
Grand Budapest Hotel), es mágica, irremediablemente nostálgica, aunque
no predomina como en un musical tipo La la land, da lo suficiente para
sobresalir en la historia. Sus pequeños números musicales caseros, se vuelven
personales y nos enganchan sin remedio, llenan la película de emotivos
momentos.
Tal
vez antes de llegar al final pueda sentir que la historia pierde fuerza,
nuestro villano se desvanece justo cuando comienza a ser más cruel, pero el
desenlace inunda (literal) la pantalla de amor y nos desarma.
The
Shape of Water saca a flote del pantano a Guillermo
del Toro con esta amalgama de crítica social, romance y música. Sus extrañas
criaturas no necesitan palabras para comunicarse, se hablan, cantan y enamoran
a través de la piel y a pesar de sus escamas. Del Toro convierte a las
emociones en un lenguaje, a la poesía en imagen y al instinto animal en una
inocente, pero pasional y fantástica historia de amor de tonos verdosos... turquesa.
Comentar cine para audiencias masivas es un oficio complicado que usted hace muy bien
ResponderEliminarMuchas gracias Don Servín por su amable comentario. Saludos
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