“Autohomenaje no autorizado”
Tal vez para hablar honestamente de Dunkerque (Dunkirk) hace falta tomar un bando, reconocernos a
nosotros mismos como aliados o enemigos del director inglés Christopher Nolan.
Así que comenzaré por situarme como
neutral y fuera de conflicto. En su filmografía
hay películas que me gustan mucho y otras que en definitiva no, más no dejo de reconocer que
es uno de los mejores directores de nuestro tiempo.
Mi primera impresión con Dunkerque,
es que Nolan se hizo una película para sí mismo, no sólo por el hecho de que
dirige, escribe y produce; o porque filmó con amigos cercanos, como lo son ya: Tom
Hardy, Cillian Murphy y desde luego el maestro Hans Zimmer. Nolan escogió para
hacer notar su destreza fílmica, el
milagro bélico que resultó ser la Operación Dinamo, en donde la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF)
rescató durante la Segunda Guerra Mundial, a más de 300,000 soldados
británicos atrapados en las playas de Dunkerque, Francia.
El amo y señor del The Dark Knight le da el protagónico,
si es que se puede llamar así, al salido de “no where” Fionn Whitehead, no
contento con eso, lo acompaña con el francés Aneurin
Barnard y el “One Direction Boy” Harry Styles. Para apadrinar a estos
muchachitos llegaron: Kenneth Branagh, Tom Hardy, Cillian Murphy y Mark Rylance,
los cuales se mantienen así como de relleno (cuando la vea entenderá el por
qué).
La cinta viene con tres marcos
temporales distintos: el muelle, el cielo y el mar, así que ponga atención para
que le cuadren las cuentas al final. Los diálogos no le serán de mucha ayuda
porque no hay. Está bien, exageré. Sí hay diálogos, pero bien pudieron ser subtítulos
de película muda. Dunkerque está narrada de manera visual y maravillosa, por
Nolan, musicalmente por Zimmer y por los disparos estremecedores de sus efectos
sonoros.
Conforme la cinta avanzaba no pude
evitar compararla con Saving Private Ryan, hasta pensé que
esto sería un Desembarco en Normandía
no de veinticinco minutos, sino de dos horas, y temía no aguantar tanta
crudeza. Mi corazón de pollo agradece al Sr. Nolan por encontrar la manera de
transmitir la angustia y el sufrimiento de todos esos cientos de miles de
soldados sin hacer una monstruosa carnicería
como lo hizo el maniático de Mel Gibson en Hacksaw Ridge. Hasta pensé que se
les había olvidado incluir sangre, tripas y desmembrados en la caracterización
de los personajes.
Antes de entrar a la parte
escabrosa, es decir, a la parte negativa de la cinta, quiero dejar en claro que
es una película emotiva, más no desgarradora como suelen ser las cintas bélicas.
Ignoro si esto fue intencionado o no, pero a mi punto de vista las actuaciones
tuvieron mucho que ver en este punto. Los actores (muy buenos todos) parecen
sincronizados en un mismo nivel para no destacar uno sobre otro. Lo que hace
quedar muy bien a los novatos, pero hace sentir, hasta cierto punto, desperdiciados
a los veteranos.
Otro punto que el director de Inception cuidó mucho, fue el no herir
la susceptibilidad del pueblo inglés en este suceso, permitiéndose para esto algunas (no pocas) licencias
creativas. La historia en general está bien llevada de acuerdo a los hechos
reales en los que se basa, pero se hizo de la vista gorda con los errores estratégicos,
que por principio de cuentas los pusieron ahí; aunada a esta omisión, algunos se darán cuenta
que la postura francesa no se asoma por ningún lado. El rescate en Dunkerque
fue un milagro para los ingleses por muchas razones, para nosotros como espectadores
de la cinta es una muestra de admiración al espíritu humano, pero para Francia
la historia es otra.
Nolan concretó un final tan heroico
como épico añadiendo el discurso: “Pelearemos en las playas” de Winston
Churchill, con el que se resarce a sí mismo por ser el actor principal de su película. Dunkerque es un gran homenaje al espíritu del pueblo inglés, pero también un “autohomenaje no
autorizado” a su destreza fílmica, sin que esto le quite el hecho de que será
una de las mejores películas del año.
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