Habla sobre los problemas de América Latina en la FIL
En su paso por
la Feria Internacional del Libro, la líder indígena guatemalteca, Premio Nobel
de la Paz 1992, Rigoberta Menchú tuvo un encuentro con el público que se
congregó en el Auditorio Juan Rulfo en donde se dedicó a hablar de los
diferentes temas que aquejan a América Latina. Los pueblos indígenas, la
migración, racismo, discriminación, la desaparición forzada y la tortura.
Rigoberta Menchú
señala a la deshumanización brutal que padecemos como la causante de las
dictaduras más sangrientas de Latinoamérica. Uno de los mayores peligros de
esta humanidad es la desaparición forzada y la tortura, la brutalidad contra
personas independientemente de su edad o sexo.
Latinoamérica
tiene un miedo heredado de esas dictaduras, una secuela enorme que resulta en
una sociedad miedosa, la que habla en privado pero es incapaz de hacerlo en un
escenario, se invisibiliza. Lo cual, según Menchú, es algo muy doloroso, más aun
en los países donde el genocidio y las matanzas han arrasado con comunidades
enteras como en Guatemala, en donde 646 comunidades indígenas sufrieron lo que
se conoce como “Tierra Arrasada”. Doscientos mil víctimas, más de cincuenta mil
desaparecidos, cifras más escandalosas que en las dictaduras de Chile o
Argentina.
Rigoberta habla
sobre el odio racial que ahora nos sorprende (el bullying) porque lo estamos
viviendo de manera generalizada, pero en otros tiempos, en el suyo, no era sólo
el bullying, sino el permiso de matar a quien no es igual que tú, y entonces,
no tendría por qué opinar. Durante la persecución de estudiantes en su época,
las dictaduras van detrás de los estudiantes más inteligentes porque son los
más peligrosos para el régimen dictatorial:
“Un intelectual
opositor es más peligroso que miles de gente analfabeta”
A los
analfabetas o a los habitantes de las zonas marginadas se les puede aplicar lo
que se llamó en Guatemala “Tierra
arrasada”, porque se hacía en silencio, pero para los opresores un opositor
intelectual tiene un repercusión negativa, porque puede ser muy ruidoso, tanto su opinión como
su eliminación. En las dictaduras de Chile y Argentina había prisioneros
políticos, en Guatemala no hubo prisioneros políticos (todos eran asesinados) hasta 1988. Ella entre
ellos.
Ante el ascenso
de Donald Trump a la presidencia de
EEUU, opina que:
“Los
norteamericanos, muchos de ellos, no todos, sobre todo los tomadores de decisiones,
tienen un su ADN el imperialismo. Ellos no pueden vivir si no hay una
controversia en el mundo, si no hay guerras”.
La precursora
de la paz, piensa que el poder que tienen los norteamericanos de cierta manera
es ideológico, psicológico y emocional. Es una necesidad de posicionamiento de
ideas; y las ideas de racismo, la discriminación, es lo primero que ella valoró
en Martin Luther King cuando tenía 23
años y le impresionaba el nivel de exclusión de EEUU. Si hubo algo que la
identificó en corazón y alma con Mandela, fue esa gran lucha contra la
esclavitud, contra la discriminación. Por eso dice entender la filosofía de esos países que tienen necesidad
que gobernar aunque no tuvieran un poder
real. Y entonces se pregunta: “¿Hasta dónde nuestros países (Latinoamérica), de
verdad, no son poderosos?”
“El racismo y
la discriminación es una herencia colonial y esa herencia colonial ha traspasado
las dimensiones espirituales, las dimensiones psicológicas, emocionales, pero
también las dimensiones sociales”.
Para Menchú el
racismo no es sólo un tema de superioridad económica y materialista, sino
realmente una visión integral que se trae en la mente de estas personas, compara
esto con cualquier tipo de droga que conocemos. Asegura que contra la
discriminación y el racismo todos estamos llamados a hacer un examen y una
lucha personal, nos llamemos Trump o nos llamemos de cualquier otra manera. También,
comenta, que hay algunos prejuicios, unos estigmas a los que el mundo le da
espacio en su hogar, en su comunidad y en su trabajo.
Aprovechó el
intervalo entre las preguntas para felicitar a los organizadores de la FIL, por
reunir a través de la literatura a Latinoamérica. Recordó sus años en este país
y puso un “dedito” a México por el nacionalismo que vivía en ese entonces. Los
mexicanos tenían un nacionalismo insoportable
(bromea), un nacionalismo expreso evidente, donde en cualquier lado
decían “¡Viva México!”. Ya sea que estuvieran hablando de los refugiados guatemaltecos, o
cuando estaban hablando de un eclipse. Señala que esa identificación, ese amor
por México también le daba una conciencia social, que las dictaduras en otros
países veían como una expresión
sentimental pero también lo veían con mucha conciencia.
“Valoremos lo
que tenemos, nuestros valores y principios, que los educadores, como los políticos, los comunicadores dispongan de un espacio de
tiempo para la exhortación de lo que nos da nuevas ideas”.
Al referirse al
feminicidio, menciona que antes el femicidio era una burla, los hermanos
varones se burlaban: “¡Ah! Ya viene la mujer chillona”. Actualmente hay normas
muy severas en relación a femicidios, y eso, está bien, pero agrega que si sólo
enfatizamos ese lado también nos podemos ir por los otros extremos, entonces,
¿cómo tenemos que ir para balancear lo que necesitamos?
“Ocultar la
verdad es el peor crimen que se puede cometer contra la memoria de un pueblo
y contra la memoria de las víctimas. Ese
dolor extendido en el tiempo, lo vamos a pagar. Estamos en tiempo de hacer
prevención”.
Con el tema de
la migración repite convencida:
“¡Todos somos
migrantes! Este mundo nos pertenece, porque este planeta es nuestro único planeta,
el planeta Tierra. Nos han prometido otros planetas para vivir, pero esa promesa
no la van a ver tan pronto nuestras futuras generaciones, así que más vale que
cuidemos nuestro planeta porque aquí vamos a estar, aquí vamos a depositar
nuestro ADN por tantísimos años más, entonces ir a un lado no puede ser legal o ilegal y es aquí que
todas las normas se han hecho para reprimir y no para prevenirlo”.
Rigoberta
Menchú ve la migración proceso de libertad propia de los seres humanos, sin
embargo reconoce que la lucha por el trabajo es algo tremendo y global. Europa
misma la está sufriendo en estos momentos.
A pesar de que
la célebre guatemalteca recibió infinidad de muestras de apoyo y cariño de los
presentes, dejó la sala acompañada de un impresionante despliegue de seguridad.
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