Marie
Celeste
Tras el
destierro de la isla de tu cuerpo, he perdido el rumbo. Fuimos dos los que un día nos abrazamos al exilio, dos los que naufragamos en un mar de
cuerpos, de lenguas y suspiros. Estoy varada en un páramo salado añorando
el agua infinita que humedecía mi cuerpo cuando
tus velas guiaban mis velas.
Juntos nos convertimos en
espuma y sal, en tormentas de olas y mareas; a
través de nosotros el mar ruge, no hubo eco más poderoso. El sonar ha enmudecido, no hay registro de
nuestras voces. La inmensidad del mar se ha permeado de silencios. La soledad nunca fue tan
estridente.
Desde la proa de mi alma
busco en la mira restos de tu mirada, no estás ahí y mi corazón se vuelve un
estallido de astillas, el mástil que da soporte a mi vida se
desmorona. Sobre mí ha caído un manto
salino que cual ácido quema mi piel y transforma lo que fue tu cálido abrazo en una llaga salitrosa.
El doloroso oleaje me ha
llevado a los límites entre tu mundo y el mío, tú vas en busca de las
piezas que te faltan, yo voy detrás de ti. Detrás del recuerdo de lo
que fuimos juntos. El horizonte es tan árido
como infinito, las huellas que dejaste sobre la arena se han
borrado, no hay manera de seguir el
curso que has tomado.Tu recuerdo no será
suficiente para sobrevivir la sequía.
El cielo se ha nublado, una
veta gris hace sombra sobre los ocres
del cielo, la luz dibuja una leve penumbra; el sol está ausente mas no
deja de ser abrazador. Extraño esas noches cuando mi mundo se convierte
en un espejo de luna y atrae las mareas, las caderas que bordean mi
costa oscilarán con ellas llamándote.
Bajo la luz de la luna el Marie
Celeste cobra vida, las mareas vuelven y la travesía sigue. Voluptuosas sirenas acompañan su
recorrido con el mortal canto que clama
por ti. El barco zarpa de nuevo en tu busca, navega dejando rastro de su herida sangrante. La estela de sequía se transforma en luz, en
algún momento la luz de la herida será el faro que te guíe de
regreso a los confines de mi cuerpo.
Fotografía: Mary Celeste de Saúl Landell
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