Alejandro Reyes
La
reina del cine Roma
María Aparecida y Betinho
son amigos inseparables, los dos se criaron en las calles de Salvador de Bahía,
en donde viven en un cine abandonado, el Cine Roma. Juntos hacen frente a la
dura realidad del mundo que los rodea. Un día sus vidas se separan, él se irá a
vivir a Río de Janeiro, ella se convertirá en prostituta; al encontrarse de
nuevo intentarán buscar la felicidad, aunque en la violenta realidad de esa
ciudad brasileña, inmersos en el mundo de la prostitución y las drogas la
esperanza de lo que puede ser una vida mejor es lo único que tienen.
La reina del cine Roma es la
ganadora del Premio LIPP 2012 ha sido reconocida por la crítica y sus lectores
como una de las mejores novelas de ese año. La reina del cine Roma es una
historia de supervivencia y esperanza, un crudo relato de lo que puede ser la
vida en las calles para los niños en las legendarias favelas brasileñas, tan
apegada a la realidad que pudiera pasar por un documental. La novela resulta
una catarsis obligada para quien es testigo de este tipo de abusos, Alejando
Reyes logró dar un sentido a las historias que presenció durante los años que vivió
en Brasil.
Lejos de convertir la
historia de María Aparecida y Behinho en un espectáculo que gira alrededor del
morbo, Reyes logra una bella obra narrativa que nos permite asomarnos al lado
más humano de los que son víctimas de la deshumanización. Una crítica, un
llamado de alerta a la sociedad para que fije la vista en los actos que corroen las entrañas de las ciudades, porque
esta historia pudo ser ambientada en cualquier ciudad del mundo.
En una entrevista para Contrasentido Alejandro Reyes nos habla
de la manera en que vivió y sobrevivió humanamente la experiencia que dio
origen a esta novela. También nos habla un poco sobre su compromiso social con
México, de su trabajo como periodista en
estos momentos de crisis social.
¿Consideras
a La reina del cine Roma como una crítica social?
Decir que la novela es una
crítica social sería reducirla, obviamente es una de las razones por las que
uno escribe, cuando te enfrentas con realidades tan brutales no hay manera de
no indignarse, de no sentir dolor y rabia. Escribir es una manera de hacer algo
con esa indignación, me impactó la violencia y el sufrimiento, pero me impactó más
la resistencia, la resiliencia, la manera de soportar ese tipo de vida que uno
no se puede imaginar que tan duras son y cómo dentro de ese mundo sigue
existiendo el amor, la dulzura, la ternura, las ganas de seguir vivos.
Esta
historia se desarrolla en Brasil pero pudo haber sido México o cualquier otro
lugar, en ese sentido ¿crees que hay alguna diferencia entre lo que está
pasando en los niños aquí en México?
Hay diferencias de contexto,
pero el fenómeno es muy similar en el sentido de esta deshumanización. Hay una
cuestión que a mí me intriga mucho ¿cómo se logra hacer una distinción mental
en la sociedad? Entre lo que es un niño
que se debe cuidar, que es ingenuo, esos seres humanos pequeñitos que hay que proteger y esos otros que ya no
entran en la categoría de niños, ni siquiera en la de seres humanos. Es muy
importante tratar de entender este fenómeno porque nos puede llevar a una
comprensión mejor de la injusticia de nuestras sociedades y de nosotros mismos
como miembros de esa sociedad.
¿Crees
que ganar el Premio LIPP le significó un gran cambio a tu novela?
Si claro, le da un impulso y
una visibilidad que no tendría de otra manera. El mercado editorial es muy
complejo, la novela iba a salir de cualquier manera, pero el hecho de que saliera por medio de
LIPP le da una visibilidad muy diferente con el premio, una visibilidad que
luego logra que la novela se vea fuera de México y que se publique también en Francia.
En
tu novela hablas de una “Realidad Marginal” ¿Cómo ves la realidad marginal que
se está viviendo en México en este momento?
En México estamos pasando
por un momento de catástrofe nacional sin precedentes, un desmoronamiento total
de todas las estructuras de gobierno, la revelación de una farsa, de una
democracia que no existe. Hay un abismo
que separa las clases sociales cada vez más, sin hablar de la violencia sin precedentes que se vive en
el país y la desestructuración social
que viene con eso. Ayotzinapa es un
síntoma de lo que está pasando a nivel general en el país, no es una excepción
como nos quieren hacer creer, esto está pasando por todo el país. A mí me
parece que Ayotzinapa ha logrado despertar una conciencia nacional que estaba
adormecida o quizás despertó la
conciencia de que se puede hacer algo colectivamente porque había un hartazgo
desde hace mucho tiempo.
¿Crees
que este caso de Ayotzinapa pueda ser parte de alguna de tus historias?
Desde luego y hay un poco de
eso en la siguiente novela, además de que es temática de mi trabajo
periodístico. Desde el punto de vista periodístico he estado muy identificado
con eso. Ahora, como literatura hay que ver cómo trabajar eso, hay un problema
con la literatura de la violencia y es
que se puede volver moda, como se ha vuelto moda la narco-novela por ejemplo. En
el momento en que la novela se vuelve un espectáculo, deja de cumplir su labor
transformadora. Es un gran desafío cómo escribir sobre estas causas de una
manera que logre romper estas barreras en vez de fortalecerlas.
Fotografía: Juan Carlos Elizalde
Fotografía: Juan Carlos Elizalde
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