29 nov 2019

Jojo Rabbit


Jojo Rabbit

La ternura negra de Taika Waititi


Creo que Taika Waititi ha demostrado, hasta ahora, que no tiene otra vía de comunicación que no surja del humor, pero del humor negro de veras. Casi me atrevería a decir que recurre a lo absurdo para evitar lidiar con cosas muy serias; por fortuna, para él, yo no soy el Sr. Steven Spielberg, por lo que no abandoné la sala indignada antes de que esta sátira cinematográfica sobre la Alemania nazi entrara en su apogeo, sino que me quedé a llorar de la risa… y a sentirme un poquito culpable por haber disfrutado la película.


Jojo Betzler (Roman Griffin Davis) es un niño alemán, orgulloso militante de las “Juventudes Hitlerianas”. Una especie de  Boy Scouts que juegan a ser parte de la élite de los soldados Wehrmacht, pero su vida se complica cuando se da cuenta de que su Rosie (Scarlett Johansson), su madre, tiene escondida a una jovencita judía (Thomasin McKenzie) en su casa. Jojo se refugia en los consejos de su amigo imaginario (Taika Waititi) para lidiar con la situación.


Voy a empezar por lo primero que me llamó la atención, el elenco. Roman Griffin Davis, el debutante, está maravilloso en su papel. Todo en él escurre ternura, a pesar de las atrocidades en las que está inmiscuido. Nos desarma con sus ojitos de Yoda Baby y sus rulos rubios, su pequeña boquita... Un ángel para acabar pronto, pero eso sí, muy bien plantado en su papel y con una química extraordinaria con sus coestelares. Este jovencito se pone al tú por tú con Sam Rockwell, Scarlett Johansson y con el mismo Waititi, como si en verdad fuera la persona en la que más confía. Thomasin McKenzie como Elsa, quien ya trae consigo la experiencia de un buen papel en Leave No Trace (2018) se calza los zapatos de una nueva versión de Anne Frank. Por su parte, Archie Yates, el otro descubrimiento de Waititi, tiene un papel más modesto, pero convincente. Sam Rockweell, no se cansa de demostrar que está en su mejor momento, Alfie Allen (Game of Thrones) apenas abre la boca y Rebel Wilson, como siempre, odiosa. Lo siento no me gusta el tipo de humor que maneja, aunque en este caso, ese papel no era para nadie más.


Waititi hace una adaptación, bajo su sello característico, de la novela “Caging Skies”, de Christine Leunens. Esta es una de esas cintas que divide a la audiencia, le puede parecer chocante (porque lo es) o le puede parecer adorable (porque también lo es). El asunto aquí es que si usted la ama o la odia está bien, esa es la reacción que el director neozelandés estaba esperando. Como lo dije al inicio de la nota, este hombre se expresa a través del humor negro, su crítica social se basa en la ridiculización de su personaje “blanco”, sea un héroe o un villano, todavía no puedo superar lo que le hizo a mi querido “Dios del Trueno” en Thor: Ragnarok. Muy lejos de la gracia y majestuosidad de Chaplin interpretando a Adenoid Hynkel en The Great Dictator de 1940, Taika Waititi dispara el humor con una bazuca en su versión de Hitler.


Otra cosa de la que sabe echar guante el director, es de la música. La música puede hacer que olvidemos sus errores, porque sabe en qué momento soltarla, en qué tono y cuál género; también el soundtrack tiene su grado de sarcasmo, no sea que se le vaya olvidar de quién estamos hablando, así que para no correr riesgos Waititi se fue a la segura con el dos veces ganador del Oscar: Michael Giacchino. En cuanto a la fotografía, también optó por alguien con experiencia, decisión muy acertada en ambos casos. Mihai Malaimare Jr. (The Master) fue el cinefotógrafo encargado de darle el mejor ojo a su colorido y casi folclórico Diseño de Producción.


Jojo Rabbit no va a pasar inadvertida, tal vez es demasiado irreverente para colarse en las premiaciones, digamos “mayores”, aunque la audiencia ya impuso su opinión en el Festival de Toronto (TIFF),  pero la competencia es dura y la corrección política no es precisamente lo suyo. Hitler y sus atrocidades son un tema del que tal vez nunca dejará de hablarse, o quizá no debemos dejar que esa gran herida cicatrice y quede en el olvido, porque nada más se empieza a enfriar el tema y otros tiranos intentan ocupar su lugar. Taika Waititi está agarrando vuelo y es momento de tomárselo muy en serio, aunque nos haga llorar de la risa y darnos de latigazos por ello. 







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