Make Spike Lee Great Again
El señor Spike Lee (Do
the Right Thing) ha hecho de todo, es decir, de todo lo que le permita
alzar la voz para protestar. Películas, documentales, series de televisión y
videos musicales. Aunque tal vez no se le ha nominado lo suficiente, se le
otorgó un Oscar honorífico por su trayectoria y seguramente por lo difícil que
debe ser premiar a alguien como él en Estados Unidos. Tan controvertido, tan
subversivo y tan afroamericano. Será el momento político en que nos encontramos
o será que por fin Cannes volteó los ojos hacia él al otorgarle el Gran Premio
del Jurado por BlacKKKlansman (El infiltrado del KKKlan).
La década
de los setenta, caracterizada por su agitación social fue el marco para
ambientar esta cinta basada en la historia real de Ron Stallworth (John David
Washington), el primer agente negro del departamento de policía de Colorado
Springs, quien en compañía de su compañero judío Flip Zimmerman (Adam Driver)
logra infiltrarse en el Ku Klux Klan y exponerlo ante la ciudad.
De inicio
y para entrar en calor, el director de Malcolm X, le tira sus pedradas a “Lo
que el viento se llevó”, algo que en apariencia no tiene relación con la trama,
también tenemos a forma de prólogo justamente al señor Alec Baldwin, predicando
sobre la supremacía blanca con lo que sienta las bases de lo que se supone es
la ideología del momento histórico en que está recreada la cinta, no pierda de
vista que dije: se supone. Después de este singular y repetitivo cameo en el
historial del Sr. Baldwin, Lee desarrolla una historia entintada con todo el
peso de su humor negro. El director, y coguionista en este caso junto con Kevin
Willmott, David Rabinowitz y Charlie Wachtel, nunca ha sido de guardarse su
opinión, pero me parece que esta vez raya en el descaro y lo peor es que parece
que se está divirtiendo mucho.
BlacKKKlansman es una crítica al
racismo cultural y político, eso no es novedad en Lee, lo sorprendente es que
resulta muy entretenida. Me considero una amante del humor negro, no hay
corrección política que impida que me broten las carcajadas ante el cinismo y
el sarcasmo, así que me reí de lo lindo. La cinta tienes sus altas y bajas, en
algún momento se comienza a sentir un poco larga y difícil de creer, aun
quitándole la exageración.
Me gustó
la actuación de Adam Driver, a quien odié tanto por su papel de Kylo Ren, que ya lo había encasillado
como una princesa Disney y sin embargo está de vuelta al redil. Empatar su
personalidad y su físico con algún personaje debe ser difícil, pero aquí el
saco le quedó perfecto. En la música estaba prohibido quedarse atrás, así que
el trompetista Terence Blanchard, fue el encargado componer algo de jazz y soul
que bien podríamos reservar para escuchar fuera del guerra entre el poder negro
y el poder blanco.
Cuando la
película va llegando a su desenlace uno ya no se acuerda de aquellas escenas
del principio y aunque no es la primera vez que Lee recurre a ese recurso,
ahora guarda la cereza del pastel para el final. Justo cuando estaba a punto de
decir, que sí estaba buena pero no era para tanto, me topo de frente con las
imágenes de los sucesos ocurridos en Charlottesville, Virginia, en agosto del
2017, donde los enfrentamientos entre grupos supremacistas blancos y personas
que manifestaban en su contra resultaron en la muerte de una mujer y varios
heridos.
¿Qué fue
lo que hizo Spike Lee con todo este ensamble de imágenes? Eso lo tendrá que
juzgar usted, yo sólo le diré que me sentí culpable de reírme tanto en el
transcurso de la película. Me enderecé en el asiento, bastaron un par de
minutos para estremecerme y me quité el sombrero cuando éste hombre deja la
bandera de Estados Unidos como última escena.
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