Mujeres
zombis empoderadas
Entre tantas series de Ciencia
Ficción, de historias de época (Peaky Blinders, The Crown, Vikings) y
superhéroes, poco espacio queda para una
serie que involucre una familia americana de clase media. A estas alturas
parece algo como para “simples mortales”,
lo curioso con Santa Clarita Diet, es que basta que tengas un estómago fuerte y
cierta fascinación por los no muertos, es decir, por los zombis, para que
puedas disfrutar de ella.
Cuando estrenó esta
serie el año pasado, quedé enamorada de ella al primer capítulo. El tipo de humor
que maneja me viene perfecto, no deja de ser algo estúpido, pero Victor Fresco,
presenta al sarcasmo como primer plato, acompañado de una guarnición de
tonalidades oscuras y un toque de gore. Además todo su elenco es genial.
Por si no lo recuerdan,
o no han visto la primera temporada, les diré que la trama gira alrededor de un
matrimonio de agentes inmobiliarios, Sheila (Drew Barrymore) y Joel Hammond
(Timothy Olyphant), quienes tienen una hija adolescente llamada Abby (Liv Hewson).
Un día Sheila sufre una extraña transformación que despierta en ella el
incontrolable deseo de comer carne humana. Los personajes secundarios son sus
vecinos o sus “víctimas”, los cuales son cada vez más variados. Vienen en todos
colores, preferencias sexuales e ideológicas. Además esta temporada deja de
manifiesto que Sheila no está sola, hay más infectados, con interesantes
alteraciones de su personalidad.
Debo decir que su
apariencia simple o común es lo que más me sorprende. Durante la primera
temporada tuve la sensación de que los diez capítulos se me hicieron efímeros,
de hecho, la volví a ver unos días antes del estreno de la segunda temporada y
la sensación fue la misma. Sin embargo, la nueva entrega se siente más larga,
se puede disfrutar a menor velocidad. Bajaron el toque de gore (aunque usted no lo crea) y el humor ya no
me pareció tan explosivo como antes, pero comienza a tomar más sentido.
Los Hammonds han pasado por todo tipo de
aventuras, nada que no haya pasado usted con anterioridad sin necesidad de
estar muerto en vida. O quizá lo ha estado, pero no se ha percatado de eso. El
personaje de Sheila, refuerza esa imagen del renacer, proyecta unas ganas locas
por vivir, a partir de que se le fue la
vida entre litros y litros de asqueroso vómito. Su apetito sexual está por los
cielos, tiene tanta energía que se ejercita con regularidad, es más
competitiva, tiene una dieta alta en proteínas, a mil años luz de cualquier connotación
vegana.
Parece que mientras más
muerta está, se convierte en un mejor ser humano, en una mujer que pierde sus
miedos y se empodera tanto en su trabajo como en sus relaciones. Tal vez el
mayor dilema le resulte la educación de Abby y el ejemplo que le está dando a
su hija, me parece que esta segunda parte hace mucho hincapié en ello y deja
abierta la puerta para una tercera temporada que podría significar esa
muchachita pierda el camino. De Timothy Olyphant, su adorado marido, comenzamos
a ver su deterioro. Su desesperación crece ante lo que parece ser algo
irremediable y eso lo tiene al borde de la locura.
No es la primera vez que
en la televisión, o ahora en las plataformas de
streaming, se utilice la figura de un monstruo para proyectar lo más
loable de las conductas humanas. Y no es que Santa Clarita Diet, tenga
una relación directa con The Munsters por ejemplo, pero por
alguna razón no puedo evitar relacionarlas. Tal vez sus bases son las mismas:
una típica familia de clase media, con integrantes que parecen salir de una
película de terror, que resultan ser los más nobles, divertidos, incluyentes y
amorosos. La distancia temporal entre las dos las coloca en los extremos
opuestos, pero la evolución de la familia, y principalmente del rol de la mujer,
es algo que merece la oportunidad, digo, siempre y cuando usted esté dispuesto
a tolerar un poco de sangre y muchas
tripas.
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