Sabor de herencia prehispánica
Oaxaca tiene una gastronomía tan
vasta y diversa que da la impresión de ser inagotable. Después de varias
semanas de caminar por territorio oaxaqueño, sería pretencioso de mi parte
decir siquiera que he avanzado un poco en el largo trayecto del descubrimiento
de sus maravillas gastronómicas. Sin embargo hay platillos, o tal vez debería
decir: eventos culinarios, que merecen una mención aparte y con toda seguridad el
Caldo
de piedra es uno de ellos.
Foto tomada de internet |
Cuando
me refiero a un “evento culinario” en realidad estoy hablando de algo que va
mucho más allá de degustar un platillo; se trata de toda una celebración,
incluso un rito que comienza desde la recolección y preparación de los
alimentos. Esta delicia podría remontarse a un periodo cercano al cultivo del
maíz, ya que la pesca fue una de las primeras actividades con fines
alimenticios en las que se vio involucrado el hombre. Este caldo prehispánico
le pertenece al pueblo chinanteco, originario (en parte) de San Felipe Usila, en
la Región Papaloapan, distrito de Tuxtepec, al norte del Estado de Oaxaca.
El
Caldo
de piedra se preparaba a las orillas del río en cuencas de piedra. Buscaban
una lo suficientemente ancha (50-70 cm) y profunda (40-50 cm) para colocar
dentro todos los ingredientes necesarios y después agregar piedras de río
candentes para lograr la cocción del mismo. Esta creación de los antiguos chinantecos
ha sido celosamente custodiada por ser un símbolo de su identidad cultural y
parte importante de sus tradiciones, además de que podía significar su supervivencia
alimenticia, representa la unidad de su gente y una forma de trabajo colectivo.
La naturaleza puso a su alcance todo lo necesario para preparar este manjar,
como los ríos y arroyos abundantes en la zona, así como lo que se deriva de
ellos (peces, camarones, agua para consumo y para riego de cosechas, piedras,
etcétera).
Tanto
para los españoles en tiempos de la conquista, como para nosotros los turistas
que tomamos la capital oaxaqueña como punto de partida, resulta complicado
llegar a esa localidad enclavada entre montañas y ríos, así que la única opción
que existe para probar este platillo fuera de su lugar de origen, es dirigirse
al Comedor
Ancestral Caldo de Piedra, ubicado unos 11Km de la ciudad de Oaxaca
rumbo a Santa María del Tule, en donde la familia Gachupín Velasco (originarios
de San Felipe de Usila) cuentan con el permiso para elaborar este caldo y para
darle a usted el acceso visual a todo el proceso de preparación.
En
una hoguera de leña, dos jóvenes (hombres) se encargan de poner las piedras al rojo
vivo, mientras en una mesa cercana disponen
las jícaras con los ingredientes crudos y agua suficiente para cubrirlos. Cada
jícara es equivalente a una porción individual, en ella depositan las piedras
calientes, con lo que su contenido alcanza el punto de ebullición y se mantiene
así durante unos 4 minutos. Después de este tiempo las piedras se retiran de lo
que hace las veces de plato hondo, dejando una o dos piedras pequeñas para extender la cocción
hasta la mesa, en donde llega todavía hirviendo, pero ya despide un aroma
delicioso.
El
Caldo
de piedra es preparado por hombres, las mujeres no intervienen en la
preparación. Cuando cuestioné la razón a los jóvenes cocineros, temiendo que me
dieran un argumento machista, me dijeron muy orgullosos que el propósito de ese
caldo es honrar a las mujeres. Aunque algo hay sobre el hecho de que la figura
masculina es el símbolo del sustento familiar, también es una muestra de
devoción y agradecimiento. Es un día en que las mujeres descansan de su trabajo
en la cocina. Además de que les evita el riesgo del manejo de las piedras
candentes, es el hombre el que hace la pesca y recolección de los ingredientes. Las mujeres que están en el restaurante se encargan de hacer tortillas, memelas y empanadas, que son otras opciones en el menú.
No
existe un misterio en la receta, ni hay ingredientes secretos, usted tendrá
libre acceso a ellos si lo solicita en el comedor. Lo que manejan con devoción
extrema, es el respeto a la tradición que dicta que sólo puede ser preparado
por algún miembro del pueblo chinanteco (hombre) y utilizando productos
naturales, incluidas las jícaras en las que se prepara, aquí no hay ollas ni
estufas.
Considérese
afortunado si alguna vez le toca degustar el delicioso resultado de este rito prehispánico, no sólo
porque será testigo de un proceso de preparación muy ingenioso, sino porque
estará disfrutando el sabor de un platillo de apariencia sencilla, pero con una
sazón de herencia ancestral que lo transforma en una experiencia inolvidable. El
Caldo
de piedra, fue declarado Patrimonio Cultural Intangible de la
Humanidad por la UNESCO.
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