Resultó una Hidra descabezada
Cada año me aferro a
encontrar entre todas las producciones mexicanas una cinta digna de promover.
Malinchista me han dicho más de una vez. Es que a ti te gustan puras películas
raras, me acusan otros. Al cine hay que ir a divertirse, defienden los amantes
de las comedias ridículas que portan orgullosas el “Hecho en México”. La verdad es que no soy malinchista, al contrario, me gusta
defender lo que se hace por estas tierras, pero para eso la película debe
reunir ciertas características, subjetivas sí, porque es imposible que para
todo el mundo sean las mismas, pero algo
que pueda justificar su lugar y permanencia en una sala de cine comercial, lo cual es casi
imposible de lograr si no te apellidas Cuarón, Derbez, Higareda, García o Luna.
“Un monstruo de mil
cabezas” se aparece en la cartelera con el antecedente de la bien plantada
reputación del uruguayo radicado en México, Rodrigo Plá, por su muy premiada
película “La zona”; además de contar con el guion de su también reconocida esposa, Laura
Santullo, autora de la novela homónima en la que está basado.
Sonia Bonet
(Jana Raluy) es testigo del sufrimiento de su esposo aquejado de un cáncer de
próstata. Su médico ha sugerido un tratamiento pero la aseguradora lo ha
rechazado. Sonia, acompañada de su hijo Dario (Sebastián Aguirre), se da a la
tarea de buscar al Dr. Villalba (Hugo Albores) coordinador de la aseguradora para
que reconsidere su rechazo al tratamiento.
Hasta el
planteamiento de la historia todo va muy bien, pero conforme avanza me comencé
a perder entre lo ilógico y lo innecesario. Rodrigo Plá, muestra un diestro
manejo de la cámara, tal vez exagera un poco con las tomas desenfocadas, o con
la acción que sucede fuera de cámara, pero se lo perdono. La fotografía de Odei Zabaleta es excelente, no pierde ni su
estilo, ni su pureza a lo largo de la película.
Cuando digo
ilógico me refiero a lo, en apariencia, sin razón de las medidas extremas que
toma el personaje de Jana Raluy (Capadocia), y esto es porque no tenemos unos
antecedentes que la coloquen en un punto de quiebre como el que muestra en la
cinta. A pesar de la calidad del guion, al menos a su servidora, no le resultó
suficiente para justificar una reacción así.
Cuando me
refiero a lo innecesario hablo de las escenas con poca ropa y/o desnudos de la
cinta. En serio, no eran necesarios, no están justificados en la historia. No
poseen esa estética poética, ni siquiera reflejan un cierto grado de intimidad,
de miedo o de emoción. Dígame usted ¿cómo voy a sobrevivir a las partes íntimas
de Daniel Giménez Cacho? ¡Imposible!
Actuaciones.
Bien, muy bien, especialmente Jana Raluy quien no suelta la frustración de su
personaje, que dicho sea de paso, era un personaje muy complejo. Brinca de una “linda
persona” a una loca desquiciada. Un reparto con mucho peso donde destacan los
nombres del ya mencionado encueratriz Daniel Giménez Cacho, Úrsula Pruneda, Emilio
Echevarría, un Sebastián Aguirre mucho más seguro de sí, y un muy desperdiciado Noé Hernández, quien, a mi gusto, merecía más de lo que le fue asignado.
Se supone que el humor
negro tiene un lugar especial en la cinta, lo cual hubiera estado muy bien, si
en realidad existiera esa tensión que se puede romper a carcajadas, pero no la
hubo; al menos no en la fila en donde yo estaba sentada. “Un monstruo de mil
cabezas” es demasiado plana para ser considerada un thriller y muy insípida
para ser considerada un drama desgarrador.
La temática es buena, sin
duda algo para pensar y para sufrir, porque muchos ya hemos pasado por esos
trámites, si la historia hubiera girado alrededor de los servicios de salud pública
estaríamos hablando de una película más sangrienta que la más sangrienta de
Tarantino, pero no fue así. Las aseguradoras privadas, en efecto, son un
monstruo de mil cabezas, pero nos faltó
un poco más de drama para alcanzar a verlo.
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