La flor robada
Entre las muchas y muy
hermosas flores originarias de nuestro
país se encuentra la “euphorbia pulcherrima”, mejor conocida por los mexicanos como “Flor de
Nochebuena”.
“Cuenta
la leyenda, que en el norte del territorio de Taxco de Alarcón, se daba un arbusto de bellas
flores blancas. Después de una batalla en la cual los mexicas derrotaron a los
chontales y los diezmaron, las flores sin razón alguna, se marchitaron. Cuando
llegó el tiempo de la siguiente floración, los arbustos se cubrieron de flores
de un hermoso color rojo debido a la
sangre derramada por los vencidos chontales”.
Los Tlahuicas en Guerrero,
que era una de las regiones en donde se daba en abundancia, la llamaban
“Tlazóchitl” (flor que se marchita) y la utilizaban para curar heridas. Para los mexicas, la flor simbolizaba la pureza y la nueva vida
que obtenían los guerreros muertos en batalla, pues pensaban que tenían la facultad de regresar a la Tierra en
forma de mariposas o colibríes para chupar el néctar de la “Cuetlaxóchitl” (flor
de cuero, debido a su textura). Por esta razón, se la ponía en las ofrendas
mortuorias dedicadas a los guerreros muertos en el cumplimiento de su deber.
Con la Colonia, y debido
a ser una flor propia de la temporada, se utilizó como un elemento de
decoración cristiana de la época navideña,
gracias al color carmesí de sus pétalos (que en realidad son hojas).
Fray Bernardino de Sahagún, allá por el año 1535 fue el primero en utilizarlas
en las pastorelas, que es de donde toma su nombre de “Flor Nochenuena”. Bernardino de Sahagún, publicó también un
breviario medicinal de esta flor.
Para utilizar la flor a las celebraciones navideñas, los
frailes evangelizadores la adaptaron a
la nueva religión creando una nueva leyenda. En
ella se hablaba de la pequeña y muy pobre niña que no tenía ningún
regalo que ofrendar a la Virgen María y al Niño Dios. Un ángel la vio desde el
Cielo y se le acercó para indicarle que recogiese hierbas que se daban en el
camino y las llevase al altar de la Virgen. La pequeña obedeció. Cuando colocó
las hierbas en el altar se convirtieron en bellísimas flores de un rojo intenso
que hicieron felices a la niña, la Virgen María y el Niño Jesús.
Su belleza la hizo víctima de la tentación, y muy tentado
a apropiarse de ella quedó el primer embajador estadounidense en México, Joel
Roberts Poinsett, quien la noche del 25 de diciembre de 1825 en la iglesia de
Santa Prisca de Taxco, Guerrero, la vio adornando un nacimiento y quedó
prendado de ella. Poinsett envió la flor
a Estados Unidos e inició una
plantación, registró la planta con su
nombre y luego vendió la patente. Debido a eso nuestra querida flor se conoce
en EEUU y Europa como poinsettia o poinsetia.
Podrá
ser un bello adorno o una cura, una ofrenda mortuoria o un inmaculado regalo divino, de lo único que
estamos seguros es de su orgulloso origen mexicano.
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