Ratatouille
“No
cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede
provenir de cualquier lado”
Anton
Ego
¡Que levante la mano la persona a la
que NO le gustó Ratatouille! ¿Nadie? Me lo imaginaba.
Para muchos, y con razón, es la obra
maestra de Brad Bird. Es prácticamente impecable en muchos sentidos, está de
sobra mencionar el gran trabajo de su equipo técnico y su espectacular
animación por computadora. El cuidado en los detalles y la brillante asesoría
con la contaron hicieron posible imágenes deliciosas del mundo culinario
francés.
Ratatouille tuvo la magia suficiente
para convertir a Remy (la rata) en un gran chef. El romper la adversidad hacia
los roedores fue la clave para pasar de lo nauseabundo a la belleza, o mejor
dicho, de la alcantarilla a la cocina de un prestigioso restaurante. Pero la
magia de Ratatouille no termina ahí, a manera personal, lo que hace a esta
película encantadora es la manera en que proyecta la experiencia sensorial con
un recuerdo. El famoso efecto de la “Magdalena de Proust” nos llena de nuevas
ganas de vivir a través de nostálgicos sabores.
Remy conoce a Alfredo Linguini, hijo
del famoso chef Auguste Gusteau, juntos harán equipo para alcanzar su sueño,
ese que inspirado en la frase de Gusteau los hacía creer que “cualquiera puede
cocinar”. Y bueno, digamos que después de salvar una que otra complicación lo
consiguieron.
Para los novatos cocineros de cochera
como yo, la película puede resultar inspiradora, pero aceptémoslo, no cualquier
peludo roedor se puede colar a lo mejor de la cocina mundial. Bird mandó a su
equipo a tomar clases de cocina, el diseñador de sets Michael Warch (Chef
también) “preparó” los platillos utilizando tecnología de arte y efectos de
modelado. Además contó con la ayuda del reconocido chef Thomas Keller para el
diseño del plato principal. Keller dio total acceso a la producción para
internarse en su cocina en el restaurante “French Laudry”, además de prestar su
voz para uno de los personajes secundarios.
Otro que le entra al doblaje (además
del mismo Brad Bird) es el chef español
Ferrán Adriá, considerado uno de los mejores chefs del mundo. Y la cosa no
quedó en el doblaje, el amo y señor de “El Bulli” asesoró a los guionistas con
los términos culinarios y algunos de los platillos de su “hiper-archi-requete-recontra-famoso”
restaurante se incluyeron en la película.
¿Verdad que no estuvo tan fácil?
¿Verdad que no cualquiera puede cocinar? Para catapultar a Remy a la fama
hicieron falta 270 platillos creados por computadora, claro que primero
tuvieron que cocinarlos, fotografiarlos
y después comérselos, cosa que vino a ser un aliciente para estos chicos
que también tuvieron que hacer lo propio con los alimentos en descomposición.
Sin llegar a comérselos, los fotografiaron durante días para poder recrear en
animación este proceso.
Cientos de fotografías, tal vez miles,
tanto de los alimentos como de la ciudad de París fueron necesarias para llevar
la animación a un nivel de supremacía y no conformes con eso, se vistieron de
gloria con el guion que pasó a la historia por dos cosas específicamente.
La
primera: la crítica
de Anton Ego. No hubo crítico en el mundo (en la rama que sea, aunque se
sospecha que fue pedrada para los críticos de cine), al que este monólogo le
resultara inverosímil:
“La vida de un crítico es sencilla en
muchos aspectos, arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su
trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas,
divertidas de escribir y de leer, pero la triste verdad que debemos afrontar es
que en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que
lo que deja ver nuestra crítica…”
La
segunda: el flashback
del mismo Anton al probar el Ratatouille de Remy. Ese punto, esas fracciones de
segundo del viaje al pasado que hacen que nuestra vida tome sentido, nos llenan
de felicidad y de ganas de vivir. Si el recuerdo de la combinación té con
magdalena hicieron a Marcel Proust
desistir de quitarse la vida para sentarse a escribir la obra magna de “En
busca del tiempo perdido” y el Ratatouille de Remy fue capaz de devolverle la
humanidad a un implacable crítico ¿qué no harían los tamales de su abuela por
usted? O los quesos de su tía, la sopa de fideo de su madre o el pastel de
chocolate mal cuajado que sus hijos le hicieron para el 10 de mayo…
Quisiera pensar que todos tenemos una
experiencia sensorial que puede traernos de regreso a la vida con solo
recordarla, con solo revivir ese momento. ¿Por qué no busca entre sus recuerdos
y se regala un momento de dicha y plenitud? Hoy es buen día para hacerlo.
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