Amor a la carta
Un
solo bocado y te construirá un Taj Mahal
El
Taj Mahal es una tumba
Lo
sé
¿Quién no ha escuchado
aquello de que “El amor entra por el estómago”? o “Al hombre se le conquista
por el estómago”. Bueno, a manera personal no me sorprende, porque en menos de
cinco minutos podría caer postrada a los pies de algún chef (ruego a Dios que
aparte sea guapo).
Lunchbox no es
precisamente una película que se pueda catalogar como cine gastronómico, sin
embargo, para la causa que me embarga queda como anillo al dedo. Ya que el
romance entre sus protagonistas nace de una vianda, o mejor dicho, de una dabba
que se entrega por error.
Ila (Nimrat Kaur) está
casada con Rajeev (NakulVaid) a quien ve salir todos los días a la oficina.
Inspirada por voces del más allá (el piso de arriba) su tía “Auntie”, Ila se
esmera para enviar a su marido nuevos platillos, con la esperanza de reavivar
el amor. Rajeev quien está reavivando el amor con su amante, nunca llega a
probar los platillos de su esposa, porque el dabbawala (repartidor) se ha
equivocado en la entrega. El afortunado
en recibir la comida es Saajan (Irrfan Khan) un viudo a punto de jubilarse a
quien las viandas destinadas a Rajeev, le han devuelto la ilusión a su monótona
vida, cuya única razón de ser es capacitar a Shaikh (Nawazuddin
Siddiqui), el joven que ocupará su puesto al retirarse.
No sé ustedes, pero
cuando pienso en la India pienso en tres cosas: en el Taj Mahal, en su comida, particularmente el curry y en el caos vial. Un caos vial muy
característico por cierto, porque mezcla autos, autobuses, tuc tucs, vacas y cláxones
que suenan sin parar, ya no sabes quién le pita quién, ni creo que alguien
tenga la certeza de que el otro se va a detener, o a pasar, o esquivar, o
cualquiera cosa que esperen que pase con tanta pitadera.
Pues resulta que a ritmo
de caos hindú se mueven millones de viandas con comida. Los dabbawala de Bombay (Mumbai) son los encargados de
llevar la comida a los trabajadores todos los días. La recogen de manos de su
madre o esposa en casa y la entregan en la oficina, que es más o menos igual de
caótica que la calle. Con todo y eso, resulta que este sistema de entrega es prácticamente
infalible. No trabaja con lógica, digamos que trabaja “A la buena de Dios”.
Cuando Ila le dice al
dabbawala que se equivocó en la entrega el hombre reacciona ante el mayor de
los insultos:
“¡Los de la Universidad
de Harvard dicen que nunca cometemos un error! ¿Usted va a ser más lista que
los de Harvard?”
Ila y Saajan comienzan un
intercambio de viandas y pequeñas cartas, encontrando así la manera de
conocerse a la distancia. Ila se encarga de volcar en sus guisos la sabiduría
de varias generaciones de mujeres en su familia, con toda la intención de
reconquistar a su marido, cuando se da cuenta que es otro el que la come, y que
además está feliz y agradecido por ese empeño, entonces la conquista toma otro rumbo.
Todo esto pasa así como “sin querer”, Ritesh Batra transforma la sencillez en
algo muy profundo en su primer largometraje.
¿En qué momento nace el
amor entre los platillos tradicionales hindúes, las letras, las canciones, los ventiladores y
las viandas? ¡Quién sabe! A pesar de que soy de las que prefiere un itacate con
comida a un ramo de flores, soy consciente de que el amor necesita más que una
buena sazón. Tal vez la receta de Lunchbox incluye:
- Dos almas solitarias
- Una comida en compañía (aunque sea a distancia)
- Una charla que va de lo cotidiano a la ensoñación
- Una necesidad de dar
- Una urgencia por recibir
- Y un error por cada 6 mil viandas entregadas
Será que entonces que el amor
no nace en el estómago, sino de una casualidad porque:
“El tren equivocado te puede llevar a la estación
correcta”
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