La Visita
Mauricio López Fernández
Llegó la edición número 30
del Festival Internacional de Cine en Guadalajara y dentro de la Selección Oficial
de las candidatas al Premio Maguey bajo el lema: “Dualidades, diverso y similar”,
se encuentra la película La visita (Chile/Argentina) opera prima del chileno
Mauricio López Fernández.
En esta película Mauricio
López nos presenta la historia de Felipe interpretado por la actriz transgénero
Daniela Vega quien regresa a casa para el funeral de su padre convertido en
Elena. Su madre (Rosa Ramírez) la recibe decepcionada, Teresa la señora de la
casa (Claudia Cantero), disimula su sorpresa y aparenta naturalidad ante el
hecho. Todos los miembros de la familia muestran una reacción pero no dicen
nada.
Una película silenciosa se
podría decir, la falta de musicalización recalca este hecho. La sociedad chilena
sigue hermética a la diversidad sexual, antes de dialogar al respecto disimula,
guarda las apariencias y reprocha en silencio. En La Visita además de mostrar
la postura ultra conservadora de la sociedad chilena en cuestiones de diversidad
sexual, también se asoman la infidelidad y las posturas machistas.
Un detalle que llama mucho
la atención es el personaje del más pequeño de la casa un niño que funge solamente
como observador, dentro de su mirada inocente parece cuestionarse todo aquello
que los adultos esconden.
La fotografía está muy bien
llevada, imprime belleza a cada escena en donde las miradas de los actores dicen
mucho más que sus palabras, este hecho puede hacer que la película se sienta un
poco lenta, pero a mí me pareció que la película invita a reflexionar ante la
reacción de cada miembro de la familia, sin distraerte con sonidos o diálogos intensos.
Mauricio López se dio a la
tarea de hacer un retrato de su propia vida dentro de la cerrada sociedad
chilena, se apoyó de grandes actrices que aunque pudieran parecer
desperdiciadas en escena, como es el caso de Carmen Barros, traen su propia
personalidad y postura ante la diversidad como un regalo al film.
Una película muy íntima, muy
personal. Una invitación a mirar nuestro propio entorno en una sociedad, que
como la sociedad chilena, todavía se cuida mucho de las apariencias.
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