Ida
Pawel Pawlikowski
Polonia en los inicios de
los años 60’s Anna/Ida (Agata Trzebuchowska) es una novicia a punto de tomar
los votos en el convento en donde se ha vivido desde pequeña. A petición de la
madre superiora debe pasar unos días con su único pariente vivo, su tía Wanda (Agata
Kulesza), una hermana de su madre con la que cree no tener nada en común. Wanda
es una juez del Estado comunista quien revela a Anna su origen judío. Juntas
harán un viaje al pasado, al tiempo de la ocupación nazi en Polonia para enfrentarse
al origen de Anna y a las consecuencias de las decisiones de Wanda.
Ida se coronó como la gran
ganadora de la 27ª edición de los
Premios de Cine Europeo, llevándose el premio a mejor película, dirección, guion y fotografía entre otros. Pawel
Pawlikowski entrega una película rodada totalmente en blanco y negro en un
ambiente desolado y frío en la Polonia de la posguerra.
La verdad es que yo esperaba
un “dramonón”, iba preparada con los pañuelos en la mano pero no fueron
necesarios. La película definitivamente es un drama, es una historia
devastadora pero la belleza de sus encuadres te envuelven en una burbuja que te
protege suavemente de los horrores de la guerra.
La segunda película que veo
en blanco y negro en menos de una semana, las dos con una fotografía
extraordinaria, es increíble como la ausencia del color te abre los ojos en una
perspectiva diferente. Ryszard Lenczewski fue el responsable de la armonía de
esta película que en general es de pocas palabras, pero vuelve elocuente el
ambiente gélido y gris en que se desarrolla la historia. Imágenes por demás
estéticas, que rayan en lo ético porque tienen un gusto exquisito.
El guión, autoría de del mismo
Pawel Pawlikowski en colaboración con Rebecca Lenkiewicz ,es parco pero con muchas
cosas que decir, cada frase está cargada de un gran significado, además el dúo
de Agatas le dan a las palabras la mejor representación. Dos personajes
principales, Ida y Wanda no podrían ser más opuestas una de otra y sin embargo
tienen un punto en donde hacen comunión. Agata Trzebuchowska muestra una
belleza virginal, impasible, pareciera que nada es capaz de perturbarla, su
inocencia no se escandaliza ante la dureza del personaje de Agata Kulesza,
quien lleva muy bien puesta a una Wanda La Roja que fuga en el alcohol no sólo su
resentimiento sino también su desasosiego por los actos de los que ha sido partícipe.
Wanda orilla a Ida a cuestionarse
su fe, una fe que por principio de cuentas no debería de ser suya. Una fe
fincada en un mundo aislado de la realidad, pero que la salvó de un cruel
destino. Ida es expuesta a la tentación, a conocerla al menos, porque ¿qué de
glorioso hay en no tener malos pensamientos si la verdad es que no se conocen?
Arriesgarse a salir al mundo real para darse cuenta que Dios no existe
significa un gran reto para la inocencia.
Ida no tiene color, tiene
pocas palabras y tiene una historia desgarradora, pero también tiene una razón
de vida, también tiene un momento por el que vale la pena vivir inmersa en un
invierno infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario