Adiós al amo y señor de
“El Candela”
Jeff Tocci Don Chalo Aguafuerte - aguatinta 51 x 38 cm |
Conocí
a Chalo en el muro del taller de gráfica del Maestro Francisco Limón, estaba
enmarcado así como no queriendo llamar la atención, rodeado de otros grabados
que pudieran resultar más atractivos para los conocedores del arte como los de
Francisco Toledo o Guillermo Olguín. Ni siquiera supe
quién era el autor de su grabado, mis ojos nunca llegaron a buscar la firma al
calce, estaba impactada con la imagen. Traté de relacionarlo con alguien
famoso, famoso que yo ubicara claro, pero no, parecía un personaje creado por
la imaginación de un artista de lo surreal. Un vampiro al carbón, al carbón verdoso
como era su color de piel, con unos anteojos redondos y tan obscuros como innecesarios al momento de
querer pasar desapercibido.
Poco después lo vi en persona, “es él”,
pensé, mientras estrechaba su mano y sentía su piel de papel arrugarse con el
apretón que le di, intentando percibir el pulso en su muñeca para cerciorarme
que en verdad era alguien terrenal y no un ser sacado de un libro. Ese embrujo terminó
de inmediato. Su impactante imagen, para mí, la nueva en la ciudad, desapareció
cuando la gente a su alrededor comenzó a interactuar con él. Mi abuela se
hubiera referido a Chalo como un pan.
Chalo, “El Rey de la noche oaxaqueña”,
amo y señor de “El Candela”; el “Señor de las sombras” como le llama el escritor
JM Servín, quien también en estos momentos, me consta, está llorando su partida. La historia se
hace larga detrás de él, y sin embargo no son sus andanzas las que se quedan
ahora que él ya no está. Estoy segura que es su ausencia la que llena las
calles de Oaxaca en estos días.
Se venía despidiendo desde hace tanto
tiempo, que ya nadie creía que iba a cumplir su palabra, es imposible
imaginarse a la Oaxaca nocturna sin él. Él siempre tan de la fiesta y tan del
arte, tan del mitin de López Obrador cargando una sombrilla de MORENA sobre su
cabeza y un terrible cáncer a sus espaldas. Tan de “Oaxaca Cine” como tan asiduo a "El Pez". Tan de las fotografías de “El Negro” Ibáñez o tan inauguración de X, Y o Z artista, ahí
estaba él. Conferencias, ferias, departiendo con los amigos, con sus grandes
amigos en “La Popular” y en cualquier lugar que la ciudad clamara por su
nombre, pero sin faltar a recibir a la gente en “El Candela”, eso sí.
No supe si alguna vez fue eufórico al
hablar, porque su voz siempre dejaba en el ambiente una sensación de
tranquilidad. Divertido, ameno, con grandes historias que contar y siempre
dispuesto a escuchar y a seguir conociendo gente. Me siento dichosa de haberlo
conocido aunque sea por un breve espacio de tiempo. Personajes así no se
encuentran todos los días.
El recuerdo de Chalo es suficiente para
seguir hablando de él sin llegar al cansancio, pero sin duda su mejor discurso,
su mejor legado serán los amigos que hoy lo están despidiendo con los ojos
llenos de lágrimas, yo misma no puedo contener esta extraña necesidad de decir
algo sobre él, porque aunque no puedo afirmar que fuimos amigos, no fui ajena a
sus atenciones, a su sonrisa honesta y a su abrazo. Verlo levantarse de la cama
para sentarse a tomar una cerveza con nosotros, me demostró que esa aparente
fragilidad con la que caminaba de un lado para otro, sólo servía para disimular
su extraordinaria fortaleza y sus ganas de vivir, pero sobre todo sus ganas de
dar.
A Chalo no se le puede pedir que
descanse en paz, eso es casi ofensivo. Que siga la fiesta Chalo, en donde quiera
que estés. ¡Salud! Hasta que volvamos a encontrarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario