6 mar 2019

Chalo


Adiós al amo y señor de

 “El Candela”

Jeff Tocci 
Don Chalo
Aguafuerte - aguatinta 
51 x 38 cm

Conocí a Chalo en el muro del taller de gráfica del Maestro Francisco Limón, estaba enmarcado así como no queriendo llamar la atención, rodeado de otros grabados que pudieran resultar más atractivos para los conocedores del arte como los de Francisco Toledo o Guillermo Olguín. Ni siquiera supe quién era el autor de su grabado, mis ojos nunca llegaron a buscar la firma al calce, estaba impactada con la imagen. Traté de relacionarlo con alguien famoso, famoso que yo ubicara claro, pero no, parecía un personaje creado por la imaginación de un artista de lo surreal. Un vampiro al carbón, al carbón verdoso como era su color de piel, con unos anteojos redondos y tan obscuros como innecesarios al momento de querer pasar desapercibido.

        Poco después lo vi en persona, “es él”, pensé, mientras estrechaba su mano y sentía su piel de papel arrugarse con el apretón que le di, intentando percibir el pulso en su muñeca para cerciorarme que en verdad era alguien terrenal y no un ser sacado de un libro. Ese embrujo terminó de inmediato. Su impactante imagen, para mí, la nueva en la ciudad, desapareció cuando la gente a su alrededor comenzó a interactuar con él. Mi abuela se hubiera referido a Chalo como un pan.

        Chalo, “El Rey de la noche oaxaqueña”, amo y señor de “El Candela”; el “Señor de las sombras” como le llama el escritor JM Servín, quien también en estos momentos, me consta, está llorando su partida. La historia se hace larga detrás de él, y sin embargo no son sus andanzas las que se quedan ahora que él ya no está. Estoy segura que es su ausencia la que llena las calles de Oaxaca en estos días.

        Se venía despidiendo desde hace tanto tiempo, que ya nadie creía que iba a cumplir su palabra, es imposible imaginarse a la Oaxaca nocturna sin él. Él siempre tan de la fiesta y tan del arte, tan del mitin de López Obrador cargando una sombrilla de MORENA sobre su cabeza y un terrible cáncer a sus espaldas. Tan de “Oaxaca Cine” como tan asiduo a "El Pez". Tan de las fotografías de “El Negro” Ibáñez o tan inauguración de X, Y o Z artista, ahí estaba él. Conferencias, ferias, departiendo con los amigos, con sus grandes amigos en “La Popular” y en cualquier lugar que la ciudad clamara por su nombre, pero sin faltar a recibir a la gente en “El Candela”, eso sí.

        No supe si alguna vez fue eufórico al hablar, porque su voz siempre dejaba en el ambiente una sensación de tranquilidad. Divertido, ameno, con grandes historias que contar y siempre dispuesto a escuchar y a seguir conociendo gente. Me siento dichosa de haberlo conocido aunque sea por un breve espacio de tiempo. Personajes así no se encuentran todos los días.

        El recuerdo de Chalo es suficiente para seguir hablando de él sin llegar al cansancio, pero sin duda su mejor discurso, su mejor legado serán los amigos que hoy lo están despidiendo con los ojos llenos de lágrimas, yo misma no puedo contener esta extraña necesidad de decir algo sobre él, porque aunque no puedo afirmar que fuimos amigos, no fui ajena a sus atenciones, a su sonrisa honesta y a su abrazo. Verlo levantarse de la cama para sentarse a tomar una cerveza con nosotros, me demostró que esa aparente fragilidad con la que caminaba de un lado para otro, sólo servía para disimular su extraordinaria fortaleza y sus ganas de vivir, pero sobre todo sus ganas de dar.

        A Chalo no se le puede pedir que descanse en paz, eso es casi ofensivo. Que siga la fiesta Chalo, en donde quiera que estés. ¡Salud! Hasta que volvamos a encontrarnos.



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