El
amor no duele
Lucía Gajá (Mi vida adentro) se dio el tiempo, y muchos kilómetros de viaje, para confeccionar su nuevo documental. En un intento por dar un rostro universal a la violencia
doméstica, buscó países, ciudades, religiones, idiomas y colores de piel que se
transformaron en lo que puede ser la voz de millones de mujeres en el mundo sobreviviendo
a sus: “Batallas Íntimas”.
En el pasado Festival
Internacional de Cine de Morelia se estrenó este documental tan doloroso como
necesario. Su recorrido por festivales va cubriendo una sede y luego otra,
aunque no logro imaginar ¿cómo será posible que todo mundo lo vea? Porque,
¡deberían verlo! Pocas oportunidades se tienen de acceso a una cinta que
incluye no sólo la destreza técnica y un excelente montaje, una maravillosa
fotografía (Malc Bellver) y la música (Leonardo Heiblum y Jacobo Lieberman) perfecta
para acompañarla; sino también una narrativa que resulta demoledora, que pese
al dolor que puede provocar, invita a querer saber más de la historia de estas
mujeres.
Cinco ciudades que
representan un mundo: Ciudad de México,
Sevilla, Nueva York, Nueva Dehli
y Helsinki. Cinco mujeres que dan voz a todas las mujeres, mientras cuentan
cómo fue que salieron con vida, después sufrir la gama más amplia de maltrato en
el lugar que se suponía era el más seguro:
su hogar.
La cámara de Gajá reviste
con bellas metáforas (imágenes) las
experiencias más atroces en que se puede deformar una historia de amor.
Ventanas que se vuelven ojos indiscretos a la intimidad de la pareja y asoman
vergüenza. Candados que aprisionan vidas y contienen un miedo que se guarece en
silencio.
En “Batallas Íntimas” el
silencio se ha roto, la autoestima parchado y la valentía se volvió elocuente,
convirtiendo esta cinta en una fuerte experiencia emocional, la más fuerte que
he tenido en mucho tiempo, he de confesar; porque resulta imposible salir ileso
de este documental.
¿En dónde radica la
destreza de Gajá? Seguramente en su capacidad de abordar el tema con cada una
de las protagonistas. Con un profundo respeto por cada una de ellas, consigue
cinco narradoras que se han reconstruido así mismas, que exponen su dolor como
una herida pasada y muestran sus cicatrices con miradas de esperanza.
Agonizaron, no murieron. Tocaron fondo creyendo que no tendrían la fuerza
suficiente para emerger, y ahí están ahora, lejos de las ventanas, sin candados
y a campo abierto con miras en el futuro.
Hablar de cada una de las
historias que integran esta cinta, es decir poco, porque este documental
necesita vivirse de manera personal, para que se nos permita formar parte de la
catarsis colectiva que significa identificarnos con ellas, o con ellos. Una de cada tres mujeres en el mundo es víctima de violencia intrafamiliar, todas
estamos expuestas y tal vez no somos conscientes de hasta qué grado nuestra vida corre peligro.
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