6 jul 2016

Marguerite

 Sublime y desafinada
Ya se me hacía que quitaban de cartelera a Marguerite y que me quedaba sin verla. ¡Qué cosa linda de película! Y qué momento más agradable pasaron los pocos incautos que osaron aventurarse en una sala de cine de arte.

La Gran Guerra ha terminado, estamos en un París de los años veinte en donde  Marguerite Dumont  (Catherine Frot) es una millonaria amante de la música y la ópera a quien le gusta cantar entre su grupo de amistades. A pesar de que Marguerite canta espantoso, ni su marido Georges Dumont (André Marcon), su fiel mayordomo (Denis Mpunga), su maestro de canto (Michel Fau) o alguno de sus números amigos se atreven a decirle que es una verdadera tortura escucharla. Lo único que les interesa es disfrutar del dinero de la cantante.

Cuando Frot comienza a cantar da la impresión de que lo que parecía ir encaminado a ser una magnífica película de época,  se  tornó en una cinta ridícula, extravagante y rayando en una total tontería, pero no se rinda tan pronto, si le da un poco de tiempo le llegará la ternura, la aplastante lógica infantil, el sentimiento que todo lo puede y un amor gigantesco que lo acompañará hasta su casa al terminar la función.

Cada personaje fue forjado con mucho cuidado, como si de un cabaret burlesque se tratara. Marguerite en la nueva versión del cuento de Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”, en donde Giannoli utiliza la vida de Florence Foster Jenkins (de quien la sra. Meryl Streep también nos traerá pronto su versión), para hacer una crítica a la sociedad de esa época y un merecido homenaje a una cantante nada talentosa, pero sí muy valiente. 

La producción, el diseño de vestuario y la ambientación son excelentes, la banda sonora resulta alucinante gracias a esos tonos desastrosos. El canto de Marguerite es de esos exquisitos  y contados casos en lo que horrendamente malo se transforma en algo muy bueno. La genialidad de la cinta depende de la falta de habilidad para el “bel canto” de su protagonista, así como de la férrea convicción de su grandeza.

El director y guionista Xavier Giannoli (Quand j'étais chanteur) sale muy bien librado con esta cinta que no es ni drama, ni comedia en bruto. Es muy divertida y emotiva a la vez, pero lo más maravilloso del asunto es que quedó muy lejos ser sentimentalista. Con un final que podrá interpretar a su preferencia y la memorable actuación de Catherine Frot.

Marguerite le destrozará los oídos y le tocará el corazón, de eso no hay duda, pero no saldrá llorando a mares, sino con una gran sonrisa que lo motivará a seguir con su afán de cantar en karaoke que se le ponga enfrente, o ya de menos  en la regadera, porque ¿qué puede ser peor que Marguerite Dumont?






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