La película que pudo ser
un excelente documental
Al estudiante de comunicación y artes
visuales, Héctor I. Jiménez, se le cocían las habas por comenzar a rodar su
primera película. Así que apostó por su capacidad y el entusiasmo de su equipo,
para hacer “cine de guerrillero” como él mismo lo nombra.
El destino lo llevó alguna vez a
territorio colimense, en donde tuvo contacto con los pobladores de Suchitlán o Xochitlán (nahuatl:
xochitl, tlán, ‘flor, entre’ “Lugar entre las flores”), pueblo en donde sus
artesanos son reconocidos por sus tradicionales máscaras. Su protagonista, Feliciano
Carrillo Castro, un mascarero y músico con una discapacidad que le impide
caminar, se convierte en el eje de su historia.
El
lugar de las flores,
trata sobre las dificultades que pasa Felipe para relacionarse con sus hijos en
un hogar en donde la madre no figura. Sus oficios no rinden lo suficiente, por lo que la familia sufre de muchas limitaciones económicas, cosa que influye en su hijo
mayor, quien comienza a considerar el abandonar la tradición familiar para
emigrar a trabajar a los Estados Unidos.
Si algo tenía en mente el joven
director, eso era temas que contar, y fue imposible hacerle un lugar a todos en la
cinta. La temática va desde la relación padre-hijo, la tradición de los
mascareros, la migración a EEUU, la discapacidad, la violencia contra la mujer
y el abandono. Demasiado que decir en un guion de muy pocas líneas y llevado
por un elenco que nunca había actuado en su vida. La intención de llenar de
frescura y naturalidad el film se viene abajo cuando los diálogos suenan
forzados en sus protagonistas. Diálogos planos y exentos de emoción. El exceso
de imágenes que se dejan abiertas a la interpretación resulta en eternos
silencios que se pierden en la ruta de una temática tan diversa.
A manera personal pienso que la mejor
opción para Jiménez era hacer un documental en forma, porque El Lugar de las Flores no encaja ni en
largometraje de ficción, ni en largometraje documental. Y si su fuerte no es
precisamente el guion, su sitio de confort estaba en la segunda opción.
Sale muy bien librado con la iluminación, pese a las dificultades que tuvo que afrontar, y logra con ella algunas escenas maravillosas. Tiene uno que otro “brinco” en la edición, pero en general todos los aspectos técnicos son buenos. El muy joven también, Manuel Acuña, hace un muy buen trabajo con la cinematografía.
La ópera prima del tapatío Héctor I. Jiménez
tuvo su estreno mundial en el FICG31, donde está en competencia en la sección de Premio Mezcal y en la categoría de Perlas Tapatías. El
talento de este grupo de jóvenes cineastas es innegable, la inexperiencia va a
desaparecer pronto y estoy segura de que sus puntos débiles mejorarán mucho en
su siguiente entrega. Vale la pena seguir los pasos de este futuro graduado del
ITESO, porque tiene buen ojo y destreza técnica, tiene la conciencia social que
ya no se ve en todos los jóvenes, tiene también un buen concepto de la estética
y la belleza, pero sobre todo, tiene muchas cosas que decir y pronto aprenderá
a decirlas correctamente.
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