The Little Boy
Alejandro
Gómez Monteverde
Tal vez ustedes no lo sepan, pero
resulta que soy una cobarde, quizá la cinéfila más cobarde que existe; me gusta
echarle muchas porras a las películas que me gustan y muchas veces soy condescendiente
con otras que no tanto, pero tengo serios problemas cuando se trata de hablar
mal de una película. Si no me gusta prefiero
no escribir nada antes que “hablar mal”, claro que hay películas tan malas que te sientes con la obligación moral de evitar que la gente pierda su tiempo
con ellas, pero confieso que el
conflicto existe.
Ya han pasado varios días desde que
vi The Little Boy (El Gran Pequeño) y les puedo contar maravillas del
despliegue de marketing que hicieron para el estreno, digamos que le
invirtieron casi tanto como a la película porque hay Little Boy por doquier.
Cientos de invitados, todos con palomitas y refresco en mano cortesía de la
producción, publicidad, entrevistas y
toda la parafernalia propia de los grandes eventos de Hollywood.
La película habla de una familia típica americana en tiempos de la
Segunda Guerra Mundial, Pepper (Jack
William Pelissier) es un niño de ocho años con problemas de crecimiento por lo
que es víctima de las burlas de todos los niños en el pueblo. James, su papá (Michael Rappaport), se
convierte en su único y mejor amigo. Su hermano mayor London (Davie Henrie) es
rechazado para enlistarse en el ejército, por lo que será su padre el encargado
de ocupar su lugar. Emma Busbee (Emily Watson) tendrá que hacer de madre y
padre para sus dos hijos y controlar el coraje de uno y la desilusión del otro.
Todo se pone más complicado para el
pequeño Pepper al quedar atrapado entre la fantasía de poseer superpoderes y la
intervención de los párrocos del lugar Oliver (Tom Wilkinson) y Crispín (Eduardo
Verastegui) quienes quieren transformar en fe las fantasías del niño.
Una película mexicana, hecha por mexicanos
(al menos en el backstage), filmada en estudios mexicanos y con un seguramente
no muy mexicano presupuesto, aunque el apellido Azcárraga aparece en los
créditos. Los actores principales son de primerísima línea con Emily Watson y
Tom Wilkinson a la cabeza, también participan Cary-Hiroyuki Tagawa y Kevin
James, James no es así que tú digas:
¡qué bárbaro, qué actorazo!, pero taquillero sí. Todos ellos giran alrededor
del Jack, al que todos llaman “el descubrimiento”, un niño que nunca antes
había actuado y con el que, supuestamente, se toparon por casualidad. Hasta parece
que trae dramática historia debajo del brazo (información por confirmar) para
hacer más llamativa su participación en la cinta.
Todo lo anterior podría dar lugar
a una excelente película, qué
maravilloso sería si todos los cineastas mexicanos contaran con un respaldo de
este tamaño, pero desgraciadamente el guion la echa totalmente a perder. No
dice nada, al menos nada que pudiera tener sentido y que justifique todos los millones
de dólares que se invirtieron en ella. Creo que en un país como México cuando
se hace una película así se debería de acusar de ¡Alta Traición!, y castigar a
los culpables, digamos desterrarlos porque luego me regañan por violentarme.
Pecado mortal es tirar a la basura el dinero que puede resultar en grandes
películas, ¿por qué invertir tanto dinero sólo para ver llorar a Emily Watson
como si fuera Libertad Lamarque?
Una película cursi y manipuladora,
cero simpática, a pesar de los esfuerzos por meter uno que otro chistecillo
local. Pudo tener un cierre que la levantara un poquito, pero ¡¡No!! Ahí van a
buscarle tres pies al gato. Si Steven Spielberg se sintió indignado con La Vida
es Bella, Little Boy lo hubiera matado de un coraje (ET no lo permita), ya no
sé ni qué decir… estoy hiperventilando.
Lo peor de todo, y mira que siento
que el hígado me crece, es que muchos la van a adorar, así como adoraron No se
aceptan devoluciones o El cielo es real (Heaven Is for Real) de Randall Wallace,
para no verme malinchista, o cualquier
otra película que utilice el nombre de Dios para manipular en vano son
películas que generalmente la gente ama. A ellos no puedo decirles más que
espero que la disfruten, en gustos se rompen géneros y a los cobardes los
castiga Dios.
Que Jack, ese niño güerito bonito me
perdone, pero prefiero a Martín Castro (El Jeremías) y su inexperiencia en el
cine, a la forzada actuación que
llevaron al que podía ser El Gran Pequeño. La cobarde salió del closet. Amén.
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