26 nov 2019

Parasite


Parasite

Lucha de clases a dos de tres caídas



Cuando a uno le da por ponerse cómodo en el exilio el paso del tiempo se torna confuso, meses han pasado desde que la crisis de los cuarenta (con retraso de casi diez años) me llevó a aventurarme en otro país. Y aunque parece que las cosas comienzan a tomar su lugar, mi pluma y mis ganas de escribir, no se han decidido del todo; por lo que me tomó por sorpresa esta urgente necesidad de contarles sobre Parasite (Parásitos), la nueva película de Bong Joon Ho.



        El único antecedente que tengo del director y guionista surcoreano, es su película anterior: Okja del 2017. La cual no fue precisamente de mi agrado, demasiado ingenua quizá o simplemente fue devorada por su propio mensaje. Sé que muchos no comparten mi opinión al respecto, pero reconozco que de ahora en adelante, analizaré más a fondo al señor Ho.


        La familia de Gi Taek (Song Kang Ho) está sin trabajo, él, su esposa y sus hijos viven en la miseria en una especie de habitación a pocos centímetros de considerarse un sótano. En esa precariedad se dedican, sin mucho éxito, a armar cajas para pizza, hasta que la oportunidad le sonríe a su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo Shik), cuando empieza a dar clases particulares en casa de la familia Park, en donde pronto conseguirá acomodar a su hermana Ki-jung (Park So-dam), su madre Chung-sook (Chang Hyae-jin) y finalmente a su padre. La familia Park por su parte, o debería decir, por el contrario, viven en la parte más alta de la mejor colonia de la ciudad, en una casa que es una obra de arte y un bunker al mismo tiempo. Ahí el señor Park (Lee Sun-kyun), su esposa Yeon-kyo (Cho Yeo-jeong), su hija Da-hye (Jung Ziso) y el pequeño Da-song (Jung Hyeon-jun), recibirán con los brazos abiertos a sus nuevos empleados domésticos.



        Si vamos a la descripción del género de esta cinta nos vamos a topar con: Comedia, Drama, Thriller, Comedia negra o Drama social, así que mejor vamos a dejarla como “sui generis” y nos evitamos las confusiones, porque de todo vamos a encontrar aquí, y es justo eso lo que la hace brillante. Bong Joon Ho entrega una trama caótica, que fue armando paso a paso, tal vez en un principio camina muy despacio, pero créame que es algo que agradecerá después, porque hay momentos en que parece cosa del diablo, mas no pierda de vista que aquí todos los demonios son humanos y puede que más de uno le parezca conocido.


        En su parte de Drama Social, expone los extremos de las clases sociales, sus similitudes y el desprecio que se tienen unas a otras. La parte de Comedia, nos hará sentir pena de nosotros mismos cada que se nos ocurra soltar una carcajada, el Drama es lastimero y el Suspenso estremecedor. No darnos cuenta en qué momento cambia de una cosa a otra es genialidad de su creador.



        Las actuaciones de todo el elenco son buenísimas, quisiera poner por encima de todos a Cho Yeo-jeong, pero sería injusto, cada uno es su papel encuentra el punto exacto. La banda sonora consta de música original para la película compuesta por Jung Jaeil, con quien previamente trabajó en Okja, y la fotografía fue responsabilidad de Kyung-Pyo Hong, con quien también ya había trabajado antes. Estos tres puntos quedaron al mismo nivel que la dirección y el guion.


        La ganadora de la Palma de Oro 2019, tal vez no necesite más recomendación que dicho premio para llenar todas las salas en donde se proyecta, es una cinta que aunque está hecha con un idioma en donde no entendemos ni jota, el tema es un asunto global, con facilidad me puedo imaginar una versión mexicana. Así que no les haga el feo a estos muchachos y muchachas de ojitos jalados, si le da tiempo de arrancar, pasa por alto algunos detalles absurdos y se permite llegar hasta el final, le aseguro que no saldrá decepcionado.


        Vaya tomando en el camino algunas de las frases brillantes que dan forma al guion, porque son las esquirlas de un plan maestro. Parasite es una guerra a muerte entre los de “Primera fila” y “Gayola”, Bong Joon Ho se ensaña con mostrarnos ese contraste visual. Los millonarios se arman con sus prejuicios y los pobres con sus aspiraciones, en una arena en donde la moral no tiene cabida y la violencia es minuciosamente coreografiada.





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