15 ene 2019

BlacKKKlansman


Make Spike Lee Great Again


El señor Spike Lee (Do the Right Thing) ha hecho de todo, es decir, de todo lo que le permita alzar la voz para protestar. Películas, documentales, series de televisión y videos musicales. Aunque tal vez no se le ha nominado lo suficiente, se le otorgó un Oscar honorífico por su trayectoria y seguramente por lo difícil que debe ser premiar a alguien como él en Estados Unidos. Tan controvertido, tan subversivo y tan afroamericano. Será el momento político en que nos encontramos o será que por fin Cannes volteó los ojos hacia él al otorgarle el Gran Premio del Jurado por BlacKKKlansman (El infiltrado del KKKlan).


        La década de los setenta, caracterizada por su agitación social fue el marco para ambientar esta cinta basada en la historia real de Ron Stallworth (John David Washington), el primer agente negro del departamento de policía de Colorado Springs, quien en compañía de su compañero judío Flip Zimmerman (Adam Driver) logra infiltrarse en el Ku Klux Klan y exponerlo ante la ciudad.


        De inicio y para entrar en calor, el director de Malcolm X, le tira sus pedradas a “Lo que el viento se llevó”, algo que en apariencia no tiene relación con la trama, también tenemos a forma de prólogo justamente al señor Alec Baldwin, predicando sobre la supremacía blanca con lo que sienta las bases de lo que se supone es la ideología del momento histórico en que está recreada la cinta, no pierda de vista que dije: se supone. Después de este singular y repetitivo cameo en el historial del Sr. Baldwin, Lee desarrolla una historia entintada con todo el peso de su humor negro. El director, y coguionista en este caso junto con Kevin Willmott, David Rabinowitz y Charlie Wachtel, nunca ha sido de guardarse su opinión, pero me parece que esta vez raya en el descaro y lo peor es que parece que se está divirtiendo mucho.


         BlacKKKlansman es una crítica al racismo cultural y político, eso no es novedad en Lee, lo sorprendente es que resulta muy entretenida. Me considero una amante del humor negro, no hay corrección política que impida que me broten las carcajadas ante el cinismo y el sarcasmo, así que me reí de lo lindo. La cinta tienes sus altas y bajas, en algún momento se comienza a sentir un poco larga y difícil de creer, aun quitándole la exageración.


        Me gustó la actuación de Adam Driver, a quien odié tanto por su papel de Kylo Ren, que ya lo había encasillado como una princesa Disney y sin embargo está de vuelta al redil. Empatar su personalidad y su físico con algún personaje debe ser difícil, pero aquí el saco le quedó perfecto. En la música estaba prohibido quedarse atrás, así que el trompetista Terence Blanchard, fue el encargado componer algo de jazz y soul que bien podríamos reservar para escuchar fuera del guerra entre el poder negro y el poder blanco.


        Cuando la película va llegando a su desenlace uno ya no se acuerda de aquellas escenas del principio y aunque no es la primera vez que Lee recurre a ese recurso, ahora guarda la cereza del pastel para el final. Justo cuando estaba a punto de decir, que sí estaba buena pero no era para tanto, me topo de frente con las imágenes de los sucesos ocurridos en Charlottesville, Virginia, en agosto del 2017, donde los enfrentamientos entre grupos supremacistas blancos y personas que manifestaban en su contra resultaron en la muerte de una mujer y varios heridos.


        ¿Qué fue lo que hizo Spike Lee con todo este ensamble de imágenes? Eso lo tendrá que juzgar usted, yo sólo le diré que me sentí culpable de reírme tanto en el transcurso de la película. Me enderecé en el asiento, bastaron un par de minutos para estremecerme y me quité el sombrero cuando éste hombre deja la bandera de Estados Unidos como última escena.




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